Page 150 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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144 ORGANIZACION DE LOS NUEVOS TERRITORIOS
mercenarios griegos: la guarnición se ofreció a entregar la ciudad y la ciudadela
si los refuerzos persas no llegaban para el día —indicado por ellos— que se les
había prometido. Alejandro aceptó la propuesta; el tomar la ciudadela comba
tiendo le habría costado bastante tiempo; y si lograba llegar pronto a Gordión
y unirse allí al resto de su ejército, que tenía órdenes de esperarle en aquella
plaza, para avanzar en unión de él hacia el Tauro, impediría que la ciudad fuese
rescatada por el enemigo. Dejó en Celene un mando de unos 1,500 hombres.
Confió la satrapía de la Frigia a Antigono, hijo de Filipo, que hasta entonces
había mandado los contingentes de las tropas aliadas, y nombró estratega suyo
a Balacro, hijo de Amintas.
Después de detenerse diez días en Celene, siguió su marcha hacia Gordión
sobre el Sangarios, de donde parte la gran calzada que conduce a Susa, cruzando
el Halis y las tierras de la Capadocia.
ORGANIZACIÓN DE LOS NUEVOS TERRITORIOS
Considerado en cuanto a la extensión, no era mucho lo que Alejandro había
conseguido en este primer año de guerra, y los estadistas y estrategas de la Hélade
fruncirían el ceño al saber que la tan ensalzada victoria del Gránico no había
aportado otra cosa que la conquista de las costas occidentales y de la mitad de las
costas meridionales del Asia Menor, conquistas que Memnón, con prudente cálcu
lo, había permitido que el macedonio realizara para, entre tanto, hacerse él
dueño del mar y de las islas y cortar así las comunicaciones de Alejandro con
su reino.
Los motivos que indujeron a Alejandro a proceder de este modo son harto
claros. Nada más lejos de su intención que ocupar más y más territorios, inter
narse más y más por el Asia Menor, mientras el poder naval de los persas se
mantuviese indemne, dominase el mar y pudiese provocar en la Hélade compli
caciones imprevisibles. No era poco si, gracias a las consecuencias obtenidas de
la primera gran batalla reñida y ganada por él, lograba alejar completamente a
ese poder de las costas y de los puertos, desde los cuales habría podido descargar
golpes peligrosos sobre sus espaldas al avanzar más a fondo hacia el oriente, en
su segunda campaña.
Es cierto que el modo como avanzaba Alejandro se distinguía profunda
mente de las tradiciones helénicas. El poder ateniense, en los tiempos de Cimón
y de Pericles, apenas se había atrevido a internarse por el país, separándose de las
ciudades del litoral; los espartanos, en los días de Tibrón y Agesilao, y sobre todo
Cares y Caridemo, cuando se hallaban al frente de las fuerzas armadas de la
segunda liga marítima ateniense, habían avanzado más hacia el interior, pero
para retornar en seguida a sus bases, después de unas cuantas expediciones de
saqueo y de castigo. Las medidas militares de Alejandro, en cambio, iban en
caminadas a la ocupación definitiva de los territorios conquistados, a la instau
ración de un estado de cosas permanente.