Page 147 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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MARCHA A TRAVES DE PANFILIA 141
comunicar a Parmenión el encargo que llevaba —pues el rey no había querido
confiar cosas tan importantes a una carta, que podía haber caído fácilmente en
manos extrañas—, el lincestio fué apresado sin armar el menor ruido. Pero el
rey no se decidió, a pesar de lo ocurrido, a ejecutar el castigo sobre el prisionero,
en parte pensando en Antipatro, de quien el traidor era yerno, y en parte y sobre
todo para no provocar rumores inquietantes en el seno del ejército y en Grecia.
Tras aquellos días de estancia en Faselis, Alejandro reanudó su marcha
para llegar a Panfilia y al lugar más importante del país, que era Perge. A una
parte del ejército la mandó por el largo y fatigoso camino de la montaña, que
había sido previamente arreglado por los tracios de modo que fuese practicable,
al menos, para la infantería, mientras él, acompañado por la caballería y una
parte de la infantería pesada, seguía el camino de la costa; era, en verdad una em
presa arriesgada, pues en aquella época del invierno el camino estaba inundado
por el mar; pasaron un día entero chapoteando en el agua, que en algunos sitios
les llegaba hasta la cintura; pero el ejemplo y la presencia del rey, que no
conocía la palabra “imposible”, hizo que las tropas rivalizasen en vencer con
perseverancia y alegría todas las penalidades; y cuando, por fin, llegaron al tér
mino de aquel viaje y volvieron la vista atrás, sobre aquel camino inundado por
el agua y lleno de obstáculos, les parecía un milagro lo que habían hecho bajo la
heroica dirección del hombre que los guiaba. La noticia de esta arriesgada
expedición se difundió entre los helenos, adornada por rasgos legendarios: con
tábase que el rey, a pesar del fuerte viento sur que soplaba y que azotaba el
agua del mar contra las montañas, había bajado a la playa y que inmediatamente
el viento había cambiado de dirección, se había levantado el norte y había
hecho retroceder las aguas; y el peripatético Calístenes, el primero que escribió
la historia de estas campañas, en las que él mismo tomó parte, llega a decir, en
una frase muy retórica, que el mar quiso rendir homenaje de pleitesía al rey y
se postró de hinojos ante él; la palabra empleada por él es la de prosquinesis,
con que los helenos designaban la costumbre persa- de prosternarse ante el gran
rey. En cuanto a Alejandro, describió la penosa marcha, en una carta —supo
niendo que sea auténtica—, con estas sencillas palabras: quise abrir un camino
por la escalera de> Panfilia, como llamaban allí a las estribaciones de las monta
ñas, y seguí por él desde Faselis.
De este modo, llegó Alejandro, con su ejército, a la faja marítima de la
Pisidia a que se da el nombre de Panfilia; esta región de la costa se extiende
desde la cordillera del Tauro por el norte hasta más allá de la ciudad de Side,
donde la montaña vuelve a descender hasta el mismo mar, y llega por el nor
deste hasta la Cilicia, el primer territorio enclavado al otro lado del Tauro, de
tal modo que, con la ocupación de la Panfilia, podía darse por terminada la
sumisión de las costas del lado de acá de la cordillera. La ciudad de Perge, llave
para el paso por la montaña al norte y al oeste, saliendo al interior del país, se
rindió; otra ciudad, Aspendos, envió embajadores al rey para ofrecer su rendición
y, al mismo tiempo, para rogarle que no dejase en ella una guarnición macedo-