Page 165 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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BATALLA DE ISOS 159
no a los sátrapas persas, sino al gran rey en persona; después de esta victoria, ya no
tendrían otra cosa que hacer sino posesionarse del Asia y resarcirse de todas las
penalidades a que habían sabido hacer frente todos juntos. Les recordó todo lo
que habían llevado a cabo estrechamente unidos, cómo cada uno de ellos se
había distinguido eií las acciones anteriores, llamando a cada cual por su nombre.
Todo esto y mucho más, todo lo que en vísperas de una batalla inflama a los
hombres valientes cuando lo escuchan de labios de otro valiente, fué dicho enton
ces por Alejandro, con aquella majestad y aquel entusiasmo con que él sabía
hacerlo. Ninguno de los presentes dejó de sentir emoción ante las palabras del
joven héroe que los mandaba; todos se agolparon junto a él para estrechar su
mano y asegurarle que harían honor a su jefe. El deseo de ponerse en orden
de batalla y pelear cuanto antes era unánime. Alejandro los despidió con órde
nes de que, ante todo, preparasen convenientemente a las tropas, de que enviasen
por delante algunos jinetes y arqueros a los pasos de la playa y de que estuviesen
dispuestos con sus hombres para ponerse en marcha al atardecer.
A la caída de la tarde púsose en movimiento el ejército de Alejandro, llegó
como a la media noche a los pasos y detúvose junto a las rocas para descansar un
poco, mientras se distribuían convenientemente los puestos de avanzada. Al ama
necer, el ejército se puso en marcha de nuevo para salir al llano de la costa a
través de los pasos.
Este llano se extiende desde los pasos de la playa, cosa de unas cinco
millas al norte, hasta la ciudad de Isos;* linda al oeste con el mar, al este con
las montañas, en algunos puntos muy altas, y va ensanchándose a medida que se
sale de los pasos y se avanza hacia la ciudad. Por el centro, donde alcanza una
altura como de media milla, lo cruza en dirección sudoeste un pequeño río que
baja de las montañas, el Pinaro (hoy, Deli-chai), cuya margen septentrional es,
a trechos, escarpada; viene de las montañas del nordeste, las cuales, siguiendo el
curso del río, destacan sobre el llano, en su orilla meridional, una colina*bastante
alta, por lo que la corriente del Pinaro hace que el llano se extienda un poco
hacia los montes. Al norte del río y a cierta distancia de él empezaba el campa
mento de los persas.
Tan pronto como Darío fué informado de que Alejandro, volviendo sobre
sus pasos, estaba a poca distancia de allí, dispuesto a presentar batalla y avanzan
do ya hacia el río, la masa del ejército persa se formó en orden de combate lo
más a prisa y lo mejor que pudo. Y aunque el terreno, muy angosto, no era pro
picio para que los persas pudieran desplegar su gran superioridad numérica de
fuerzas, parecía prestarse, en cambio, muy bien para una tenaz defensiva; el Pina
ro, con sus márgenes escarpadas, hacía las veces de una muralla y un foso, detrás
de las cuales era necesario ordenar la masa del ejército. Para poder hacerlo sin
contratiempo alguno, Darío ordenó que 30,000 jinetes y 20,000 hombres de infan
tería ligera pasasen el río, con órdenes de replegarse inmediatamente a derecha e
izquierda sobre las dos alas de la línea. En seguida, se formó la línea de la infan
* Véase nota 7, al final.