Page 188 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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182 CONQUISTA DE GAZA
La noticia de lo sucedido en Tiro debió de causar una impresión enorme;
como la jornada de Isos para el oriente, y tal vez más aún, la caída de Tiro nece
sariamente llevaría la fama de la pujanza arrolladora de aquel príncipe macedonio
de la guerra a lo largo de todas las costas occidentales, hasta las columnas mis
mas de Hércules. La poderosa ciudad insular, su arrogante flota, su floreciente
navegación comercial, la riqueza de aquella ciudad, famosa en el mundo entero:
todo había terminado; la cólera del nuevo Aquiles, vencedor en todas sus
batallas, lo había barrido de la faz de la tierra.
CONQUISTA DE GAZA
Aún debía esperar nuevas resistencias en el sur de Siria. Desde Tiro había
invitado a los judíos, en la persona de su alto sacerdote Jadua, a someterse al
nuevo poder; pero, con el pretexto de que se hallaban vinculados por el jura
mento de súbditos prestado al rey de Persia, rehusaron los abastecimientos y
otras prestaciones que Alejandro reclamaba de ellos. En cambio, Sambalat, a
quien la corte de Susa había confiado la satrapía de Samaria, se puso del lado
del vencedor.
Mayores cuidados había de causar la fortaleza fronteriza de Gaza. Era, con
mucho, la ciudad más importante de la Siria palestina, situada en la ruta comer
cial del Mar Rojo a Tiro y de Damasco al Egipto; erigida como fortaleza fronte
riza contra la satrapía egipcia, tan frecuentemente soliviantada, había sido
siempre objeto de cuidadosa atención por parte de los reyes persas y Darío había
puesto al frente de ella a un grupo de sus más leales servidores. El eunuco Batís,
suficientemente intrépido para soñar con cerrar el paso al ejército victorioso de
Alejandro, había reforzado la guarnición persa de la ciudad, ya bastante numerosa
de suyo, mediante tropas reclutadas entre las tribus árabes, que se extendían hasta
las costas del sur de Gaza; y había acumulado provisiones en previsión de un
largo sitio, convencido de que si ahora lograba contener al enemigo la rica satra
pía del Egipto permanecería en la obediencia y el gran rey ganaría tiempo para
llevar a término sus nuevos preparativos de guerra en la alta Asia, para descender
sobre las satrapías bajas al frente de un ejército arrollador y expulsar al osado
macedonio hasta más allá del Tauro, del Halis y del Helesponto. La larga resis
tencia que le opusiera Tiro enardecía al eunuco en vez de desanimarle, pues
sabía que Alejandro no podría emplear delante de Gaza la flota gracias a la cual
había conseguido tomar la ciudad insular, pues la ciudad fortaleza por él defen
dida quedaba un poco retirada de la costa, como a media milla, y además sus
playas, bloqueadas por bancos de arena y grandes extensiones de aguas bajas, no
podían ser abordadas por una flota; desde la costa se extendía, tierra adentro, una
superficie arenosa bastante hundida, que llegaba hasta el pie de la colina en que
se levantaba Gaza. La ciudad era bastante extensa y estaba circundada por una
muralla alta y potente, que parecía poder resistir todos los golpes de ariete y
todos los proyectiles que se descargaran sobre ella.