Page 238 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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tensiones, aun a costa de aquel rey cuya ceguera y cuyas debilidades les había
permitido a ellos llevar a la ruina al imperio de los persas. Ahora, la eterna
huida de Darío, después de perder tantos y tan hermosos países, ponía en peligro
sus propias satrapías; parecíales más justo salir ganando algo que perderlo todo,
salvar lo poco que aún quedaba del imperio persa que sacrificar también este úl
timo remanente por una causa ya perdida. Ahora, Darío sólo podía ser íey gracias
a ellos: ¿por qué no iban a poder ellos hacerse fuertes en su propia dominación,
sin necesidad de la persona de Darío?
Habían tomado a su rey prisionero; el súbito ataque de Alejandro los empujó
a asesinarlo para desembarazarse de él y poder ponerse a salvo; salieron huyendo en
dos grupos para entorpecer la persecución; Bessos siguió el camino de Corasán
hacia la Bactriana; Nabarzanes, con los restos de su ciliarquía y acompañado
por el sátrapa parto, huyó hacia Hircania, para desde allí seguir a la Bactriana y
unirse a Bessos. Su plan era mantener en pie la monarquía persa, por lo menos
en el oriente, y elegir luego de entre ellos un nuevo rey de reyes, como se hiciera en
otro tiempo después del asesinato de Smerdes. Sin embargo, era evidente que
si Fratafernes de Partía, Satibarzanes de Arie y Barsaentes de Drangiana se con
centraban con sus tropas en la Bactriana, como se había convenido, para luchar
bajo el mando de Bessos, entregarían sus satrapías al enemigo y sacrificarían sus
países a un porvenir muy remoto. Eso fué lo que movió a Fratafernes a perma
necer en Hircania, y Nabarzanes se unió a él. Satibarzanes se trasladó a Aria y
Barsaentes a Drangiana, para adoptar las medidas más convenientes a la gober
nación de sus provincias, mediante negociaciones con Alejandro. El mismo egoís
mo que los había aglutinado para asesinar a su rey desarticulaba ahora el último
poder que aún habría podido oponerse al enemigo común; cada cual atendía
solamente a su propio interés y ello haría que fuesen cayendo uno por uno, muy
fácilmente, bajo la espada del vencedor.
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Alejandro, después de aquel desenlace y con sus gentes totalmente agotadas,
no estaba en condiciones de perseguir a los asesinos de Darío, que habían huido
en todas direcciones. Se detuvo a descansar en la llanura de Hecatómpile y es
peró a que se le reuniesen allí las tropas rezagadas, para poner en orden los asuntos
de la satrapía parta. Fué nombrado sátrapa el parto Amínapes, que se había
sometido a Alejandro, en unión de Masaces, a su entrada en el Egipto, ponién
dose a su lado a Tleopolemo, del cuerpo de los hetairas.
Al norte de Hecatómpile comienzan las estribaciones de la cordillera de
Elburz, poblada por los tapurios; esta cordillera, cortada por algunos desfiladeros,
deslinda las tierras de la Partía al sur y de la Hircania al norte, que más allá se
encuentran en las rocas del macizo de Corasán. La posesión de los pasos entre
el Irán y el Turán, importantísimos como medio de comunicación entre el mar
Caspio y el interior del país, era, por el momento, doblemente necesaria para