Page 241 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
P. 241
MOVIMIENTO ANTI MACEDONICO EN LA HELADE
fué su sorpresa cuando vieron a Alejandro avanzar con sus tropas desde la llanu
ra; los primeros poblados fueron tomados y sus moradores huyeron a los bosques
de la montaña. Los macedonios iban abriéndose paso a costa de indecibles es
fuerzos por entre aquellos espantosos bosques, muy tupidos y llenos de vege
tación; no pocas veces tenían que abrirse paso con la espada a través de la espe
sura, viéndose asaltados aquí y allá por grupos sueltos de mardios o recibidos
por una lluvia de dardos que les lanzaba un enemigo invisible. Pero, al darse
cuenta de que Alejandro no cejaba en su empeño, de que seguía avanzando sin
cesar y apretando las alturas en un cinturón cada vez más estrecho, con sus
marchas y sus puestos de vigilancia, los mardios enviaron emisarios y se sometie
ron en unión de sus tierras a merced del conquistador. Alejandro les tomó rehe
nes, pero fuera de esto los dejó en la libre posesión de sus tierras, bajo la satrapía
de Autofrádates de Tapuria.
De vuelta en su campamento de Zadracarta, Alejandro se encontró con los
mercenarios griegos que se le habían rendido, mil quinientos en total, y con ellos
ios embajadores de Esparta, Atenas, Calcedonia y Sinope que, habiendo sido
acreditados cerca de Darío, se habían retirado con los mercenarios helenos des
pués de la traición de Bessos. Alejandro ordenó que de los mercenarios griegos
fuesen puestos inmediatamente en libertad los que estuviesen a sueldo de los
persas desde antes del tratado de Corinto y que a los otros se les concediese una
amnistía bajo la condición de que se enrolaran en el ejército macedonio; fueron
puestos bajo las órdenes de Andrónico, quien había intercedido en favor suyo.
En cuanto a los embajadores, el rey resolvió lo siguiente: el de Sinope debía ser
puesto inmediatamente en libertad, puesto que su ciudad no se hallaba dentro
de la liga helénica y porque, además, no podía reprochársele que hubiese en
viado un embajador al rey persa, que era su soberano, y otro tanto se haría con el
de Calcedonia; en cambio, los de Esparta y Atenas, que indudablemente habían
mantenido relaciones de traición con el enemigo común de los helenos, deberían
ser retenidos en custodia hasta nueva orden.
Después de esto, Alejandro se trasladó del campamento a la residencia de
la satrapía de Hircania, para emprender, tras breve descanso, ulteriores ope
raciones.
MOVIMIENTO ANTIMACEDÓNICO EN LA HELADE
Mientras todo esto ocurría en el Asia, la suerte de las armas macedonias ha
bría de sufrir todavía una peligrosa prueba en Europa. La decisión del litigio era
muy importante, pues se trataba de dar la batalla a Esparta, el estado más presti
gioso de la Hélade después de la derrota de Atenas y la caída de Tebas, que figu
raba ahora a la cabeza del movimiento antimacedonio.
Como hemos visto, a fines del año 333 y a pesar de las noticias que acaba
ban de recibirse de la batalla de Isos, el rey Agis habíase puesto en acción, de
acuerdo con las fuerzas navales persas situadas aún delante de Sifnos, y había
hecho que su hermano Agesilao ocupase la isla de Creta. Si entonces Atenas se