Page 246 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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240 GUERRA Y DERROTA DEL REY AGIS
ciones del Haemos hasta Rodope, obligándolos a volver a la obediencia por medio
de un ardid de guerra.
Poniendo en relación todas estas referencias, es fácil darse cuenta, aproxima
damente, de cómo ocurrieron las cosas. Al final del otoño del año 331 Alejandro
había enviado a Menes desde Susa hasta la costa con tres mil talentos, con órde
nes para que de este dinero hiciera llegar a Antipáter la cantidad que necesitara
para la guerra contra Agis. Suponiendo que Zopirión, el estratega del Ponto, sin
instrucciones de Alejandro, evidentemente, y también sin la autorización de
Antipáter, emprendiera su desastrosa expedición contra los escitas en el otoño
del año 331, no cabe duda de que la destrucción de su ejército fué un golpe tan
rudo aíntra el poder macedonio que Memnón, el estratega de la Tracia, se
sintió tentado, ante aquella circunstancia favorable, a dar el golpe para hacerse
independiente de Macedonia; el príncipe odrisio Seutes prestaríase muy gustoso
a levantarse en armas y los pueblos tracios de la montaña, aquellos bessos a quie
nes, como sabemos, temían por su crueldad de foragidos los propios foragidos, se
echarían al campo contra los macedonios; todo el país al norte y al sur del
i Haimos se hallaría en pie de guerra contra Macedonia.
E L R EY AGIS SE LANZA A LA GUERRA Y ES DERROTADO
Este debió de ser, sin duda alguna, el gran mensaje que en la primavera del
año 330 llevó Rébula, hijo de Seutes, a Atenas, indudablemente con el encargo
de renovar contra Alejandro las alianzas que los atenienses habían sellado contra
el rey Filipo con tantos de sus antepasados, principalmente con Cetríporis y con
Quersobleptes.
Ya se habían roto las hostilidades en el Peloponeso. El rey Agis había atacado
y aniquilado a un contingente de mercenarios macedonios al mando de Corrago.
Desde Esparta se enviaron proclamas a los helenos llamándolos a hacer causa
común con la ciudad de Licurgo en pro de la libertad. Se pusieron en pie de
guerra los elios, todos los de la Arcadia, con excepción de Megalópolis, y todos
los aqueos, con la única excepción de Pelene. Agis se apresuró a cercar la ciudad
de Megalópolis, que le cerraba el paso hacia el norte: “Día tras día se esperaba
la caída de la ciudad; Alejandro encontrábase más allá de los confines del mundo
y Antipáter empezaba a concentrar su ejército; no se veía claro cuál sería el desen
lace” : así se expresaba Esquines, algunas semanas después.
Ya la hoguera de la insurrección ardía también en la Hélade central y hasta
más allá de las Termopilas; los etolios asaltaron la ciudad acarnania de Eniade y
la destruyeron; levantáronse los tesalienses y los de la Perrebia. Si Atenas se su
maba ahora al movimiento con todo su poder, ¡quién sabe hasta dónde podría
llegar la sublevación de la Hélade!
Aun los pocos restos que de aquellos días se conservan en las fuentes nos
permiten inferir cuán violentamente se discutía en Atenas en torno a este asunto.
Sabemos, por una inscripción, de un ciudadano de Plátea que aportó una suma