Page 37 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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FILIPO DE MACEDONIA Y SU POLITICA 27
hacer honor a su corazón, pero que no habla, desde luego, en favor de su inteligen
cia— cuando creía que con aquellos ciudadanos de Atenas, que no eran ya
más que gentes charlatanas, apáticas y vulgares, aunque la fuerza maravillosa de
sus discursos los arrastrase a alguna que otra brillante resolución y fuese capaz
de galvanizarlas por un momento e impulsarlas a algunas hazañas aisladas, no-
día desplegar aún una política en gran escala y ofrecer una lucha larga y tenaz·,
y aún era más grave su error al creer que por medio de alianzas con Tebas,
Megalópolis, Argos y cualesquiera otros estados, alianzas urdidas a prisa y corrien
do en el momento del peligro, iba a poder hacer frente a la fuerza cada vez
más poderosa del rey Filipo, el cual, aunque pudiera derrotársele momentánea
mente, volvería a acometer con efectivos redoblados, mientras que las alianzas
helénicas habrían saltado hechas añicos al choque con la primera derrota. Demós
tenes no podía ignorar lo que significaba el hecho de que no fuese él el héroe
guerrero llamado a poner en práctica los planes políticos por él preconizados,
el hecho de que estos planes, y con ellos la suerte del estado, tuvieran que
confiarse a generales como el tozudo Cares y el libertino Caridemo, los cuales,
por lo menos, sabían cómo entendérselas con las bandas de mercenarios y cómo
suministrarles el “alimento” necesario. No podía ignorar que en la misma Atenas,
a medida que crecía su influencia, iban aglutinándose en contra dé él los ri
cos, los indolentes y los egoístas y que, apoyándose en estos elementos, sus
adversarios personales recurrirían a todas las argucias y a todos los recovecos
de la constitución para entorpecer sus planes, planes cuyo valor pudo carac
terizar un ateniense, después de la batalla de Queronea, con estas amargas pala
bras: “Si no hubiésemos perdido, estábamos perdidos.”
Para poder comprender lo que sigue a esta gran catástrofe, no hay más
remedio que describir, en sus rasgos esenciales, el proceso de la lucha entre
Atenas y Macedonia, que condujo a tal desenlace.
La gran actividad política de Demóstenes comenzó cuando los éxitos polí
ticos de Filipo contra los focenses, su ingerencia en las luchas faccionales de la
Eubea y sus avances hasta más allá de Anfípolis eran ya signos bastante claros
del auge de una prepotencia que trascendía de todas las premisas anteriores de
la política helénica. Los atenienses, al poner de manifiesto con toda claridad
lo que se proponían —a partir de la ocupación de las Termopilas en el año 352,
después de los primeros éxitos de Filipo contra los focenses—, señalaron a su
enemigo el camino que en lo sucesivo debía seguir. Se hallaban todavía en pose
sión de su flota, la cual les daba una superioridad en el mar que, de haber sido
manejada con rapidez y decisión, habría aplastado la flota macedónica, cuando
ésta se hallaba todavía en sus comienzos. Atenas era el enemigo más peli
groso con que tenía que vérselas Filipo en la Hélade; para vencerlo, había que
proceder paso a paso y con premura.
Cuatro años antes, cuando la lucha giraba todavía en torno a Anfípolis,
Olinto, que encabezaba a las ciudades de la Calcídica, nuevamente federadas,
habíase aliado a Filipo contra Atenas y había recibido de manos del rey la