Page 377 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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374 LA TRAVESIA DE NEARCO
expedición encomendada al valeroso Nearco era ya de por sí peligrosa y la incer-
tidumbre acerca de su desarrollo altamente intranquilizadora, Alejandro, después
de las terribles experiencias de los últimos dos meses y de sus indescriptibles pena
lidades, sentíase inclinado más bien a temer lo peor que a confiar en el éxito
de su grandioso plan; aquellas costas, que habían ofrecido tan mísero sustento a
la mayor parte de su ejército, eran el último y único refugio con que contaba la
flota; eran, además, costas áridas, arenosas y sin puertos, que mejor parecían
destinadas a hacer más temibles las incalculables contingencias del viento y la
tempestad que a ofrecer un abrigo contra ellas; un huracán, y la flota y el ejército
que transportaba habrían perecido irremediablemente; una navegación impru
dente, y el océano era lo suficientemente grande para que en él se perdiese la más
potente flota.
LA TRAVESÍA DE NEARCO
En esto se presentó al rey el hiparca de la región con la noticia de que a
cinco días de marcha hacia el sur, en la desembocadura del río Anamis, se hallaba
Nearco con la flota en buen estado y que, al saber que el rey se encontraba en las
tierras altas de la Carmania, había hecho acampar a su ejército detrás de murallas
y fosos y vendría a presentarse muy pronto a Alejandro.
En los primeros momentos, éste sintió una alegría extraordinaria, pero pron
to fueron ganando terreno en su espíritu la impaciencia, la duda y la preocupa
ción. Nearco no acababa de presentarse; pasaron días y días; enviáronse varios
mensajeros; unos volvieron informando que no habían encontrado por ninguna
parte a los macedonios de la flota y que nadie daba cuenta de ellos; otros no
regresaban. Por último, Alejandro mandó apresar y cargar de cadenas al hiparca
que andaba inventando cuentos desleales y se permitía jugar alegremente con
el duelo del ejército y del rey. Estaba más triste todavía que antes y los sufri
mientos del cuerpo y del alma se reflejaban en la palidez mortal de su rostro.
El hiparca había dicho la verdad: Nearco había arribado con su flota a las
costas de la Carmania; había llevado a cabo felizmente una empresa que superaba
ya en peligros y en maravillas a cualquier otra y que había tropezado, además, con
dificultades extraordinarias por una serie de coincidencias fortuitas.
Las dificultades habían empezado ya en el río Indo; apenas Alejandro hubo
traspuesto las fronteras de la India con su ejército de tierra, los hindúes, creyén
dose libres y seguros, empezaron a producir trastornos y desórdenes alarmantes,
por lo cual la flota ya no podía considerarse a salvo en el Indo. En vista de que
la misión que se le había asignado no era la de defender el país, sino la de con
ducir la flota hasta el golfo Pérsico, Nearco, que lo tenía todo dispuesto para
partir, se hizo a la vela rápidamente el 21 de septiembre*, sin aguardar al período
en que se estabilizaban los vientos del este, y en pocos días dejó atrás los canales
del delta del Indo; luego los fuertes vientos del sur le obligaron a buscar el
* Véase nota 16, al final.