Page 422 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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POLITICA INTERIOR DE ALEJANDRO 419
dificultad con que tropezaba la obra que Alejandro pretendía crear. Su política
daba en el nervio del problema cuando mantenía junto a sí, es decir, junto al
hombre en cuya persona y en cuyo régimen debía cifrarse primordialmente aque
lla unidad, tanto al penitente indio Caíanos y al mago persa Ostanes como al
sacerdote licio Aristandro, intérprete de presagios, cuando se inclinaba lo mismo
que sus fieles ante los dioses de los egipcios, de los persas, de los babilonios, ante
el Baal de Tarso y ante el Jehová de los judíos, cumplía con todas las ceremonias
y exigencias de su culto y dejaba a un lado como problemático todo lo referente a
su significación y contenido, saliendo tal vez, de vez en cuando, al paso de aque
llas concepciones y doctrinas misteriosas de la sabiduría sacerdotal que, en su
versión panteísta, deísta o nihilista de la fe del pueblo, chocaban cpn lo que un
heleno culto había recibido de su filosofía. No cabe duda de qub el ejemplo
de Alejandro se abriría paso en círculos cada vez más amplios; los helenos empe
zaron a dar entrada dentro de sus países, con mayor audacia de lo que siempre
lo habían hecho, a los dioses extranjeros y a ver a través de éstos sus dioses pa
trios, a comparar y armonizar los cíelos de leyendas y las teogonias de los distintos
pueblos; empezaron a convencerse de que todos los pueblos, en imágenes más
o menos felices, adoraban en sus dioses a la misma divinidad, habían calado más o
menos profundamente en la misma intuición de lo supraterrenal, de lo absoluto,
intentaban expresar con mayor o menor acierto la última meta o la última causa,
y de que las diferencias en cuanto a los nombres, atributos o funciones de los
dioses de las distintas naciones eran puramente externas y fortuitas, sujetas a
rectificación para ahondar a través de ellas en su pensamiento profundo.
Revelábase así que la época de las religiones locales y nacionales, es decir, de
las religiones paganas, había pasado; que la humanidad, por fin unida, necesitaba
una única religión general y era capaz de llegar a tenerla; la teocracia no era, en
el fondo, más que un intento encaminádó a lograr esta unidad por medio de la
fusión de los distintos sistemas religiosos, aunque por este camino jamás podía
alcanzarse aquella meta. Fué la obra de losJsiglos del helenismo el ir desarrollan
do los elementos para una unificación más alta y verdadera en lo religioso: el sen
timiento de la finitud y la impotencia, la necesidad de la penitencia y la consola
ción, la fuerza de la más profunda humildad y de la exaltación hasta la libertad
en Dios; los siglos del helenismo fueron siglos de desdivinización del mundo y
de los corazones, de extravío y de desconsuelo, en que empezó a sonar, primero
imperceptible y luego cada vez más sonoro, el grito reclamando al Redentor.
En Alejandro consumóse el antropomorfismo del paganismo helénico:
un horrible fué erigido en dios. Suyo, del dios, es el reino de este mundo, en que el
hombre se ve elevado hasta la más alta cumbre de lo finito y en que la huma
nidad se humilla ante él para adorar a quien no es más que un mortal entre
mortales.