Page 8 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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VIII PRESENTACION
continúa así, en torno a la figura de Alejandro, una secular tradición poemática,
legendaria. Los unos, como Niebuhr y Grote, blasfeman del dios Alejandro, en
quien sólo ven el “bárbaro genial”, el gran destructor. Los otros, como Droysen,
lo glorifican y adoran.
Pero detrás de esto hay una doble visión más profunda de la trayectoria
histórica. Droysen fué, como historiador de la antigüedad, el gran descubridor
de la época del helenismo y el acuñador de su nombre. Enriqueció así la histo
ria de la antigüedad clásica con un nuevo período. Para el clasicismo tradicional,
la verdadera historia de Grecia terminaba con la batalla de Queronea y con
Demóstenes: todo lo que viene después era, para él, liquidación y acaso. La his
toria, presentada de este modo, pasaba sin transición del particularismo griego a
las grandes realizaciones universales del imperio romano. Alejandro y las fuerzas
conjuradas por el paladín macedonio habían presidido y precipitado, simple
mente, la liquidación de un pasado de grandeza. Habían sido los grandes ente
rradores. “Después de Alejandro —dice Grote— Grecia ya no interesa en lo
más mínimo ni influye para nada sobre los destinos del mundo.”
Es el mismo tópico de la “decadencia del imperio romano” que lleva al
mundo a precipitarse en las “sombras de la Edad Media”. Los historiadores de
hoy han revisado ya en gran parte y se esfuerzan en arrumbar este tópico montes-
quieusano. Hace más de un siglo realizó Droysen la misma empresa con la idea
fija de la “liquidación de Grecia”. Y sus nuevas orientaciones, en lo que a este
importante punto concreto se refieren, fueron rápidamente coronadas por el
éxito. El “helenismo” y lo “helenístico” son hoy, gracias a él, conceptos funda
mentales para el historiador y el hombre culto.
En tres grandes estudios analizó y puso de relieve Droysen los rasgos pecu
liares y la significación específica que para la historia universal tienen los tres
siglos que van desde Alejandro hasta Augusto, englobados por él y desde él ya
por casi todos bajo el nombre de época del helenismo. El primero es esta
Historia de Alejandro Magno. La siguió tres años después, en 1836, su Historia
de los Diádocos y en 1843 la Historia de los Epígonos. En 1877 los tres estudios
fueron reunidos bajo el nombre, ya consagrado, de Historia del Helenismo. Y
es, fundamentalmente, en cuanto artífice y creador de esta gran obra histórica del
helenismo como Droysen valora y exalta la figura de Alejandro. Sobre sus rasgos
románticos de héroe-conquistador, nada disminuidos por cierto en este brillante
mural histórico, descuellan los méritos “providenciales” de quien en doce hen
chidos años de acción supo cimentar con una concepción grandiosa todo un
mundo nuevo, “la primera unidad universal con que nos encontramos en la
historia” .
Cuadraba plenamente en su concepción idealista de la historia el presentar
la gran obra histórica de la confluencia de las culturas helénicas y las orientales
como la realización de la idea genial del hombre que la había servido, como la
"idea de Alejandro”. Sin ver que sólo la apremiante necesidad histórica objetiva
de aquella obra puede explicar el “milagro alejandrino” . Y también el otro