Page 9 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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PRESENTACION IX
flecho, de por sí inexplicable, de que aquel puñado de condotieros y militarotes
macedonios a que la historia da el nombre de diácocos o sucesores de Alejandro,
y sus epígonos, que realizaron en lo territorial y en lo político una empresa de
dispersión, no fuesen capaces de echar por tierra la magna unificación cultural
que había de ser uno de los más fuertes cimientos del cosmopolitismo romano.
La obra cultural del helenismo, estudiada últimamente, con su historia, en
el gran libro de Kaerst, ha sido abocetada certeramente por Eduard Meyer, uno
de los más egregios historiadores de la antigüedad: “La cultura helenística se
sobrepone, en la medida de lo posible, a las características y a la vida disociada
de las nacionalidades y tiende a sustituirla por una humanidad homogénea de
elevada cultura, basada esencialmente en el espíritu helénico, pero después
de haber hecho perder a éste el carácter nacional para convertirlo en patrimonio
humano, de donde salieron más tarde, en el campo religioso, los grandes movi
mientos universales del cristianismo y el Islam.”
A través de la época del helenismo, por encima de sus fronteras nacionales
y sobre las ruinas de sus estados políticos, Grecia fecunda con su espíritu la
obra universal de Roma y transmite su mensaje de cultura a la posteridad. Es,
en el arte, la época de las Bodas Aldobrandinas, del Laocoonte y el Toro jarnesi-
no, de la Venus de Milo y la Victoria de Samotracia, la época de Euclides y
Arquímedes, de Teócrito y Menandro, de la Historia de Polibio. La gran heren
cia de la Hélade se expande hacia levante y poniente. Se funde con lo mejor,
con lo más universal de las culturas orientales y occidentales y crea nuevos centros
de enriquecimiento y expansión junto ál Tiber y el Nilo, el Tigris y el Orontes.
La fecunda simiente del espíritu y la cultura rompe las envolturas del estado-
ciudad, de la nación, y por primera vez en la historia resplandece la idea del
sentido humano, del humanismo. Y mientras el romanismo conquista territorios
y aglutina geográfica y políticamente, más fuerte en ideas que en hombres, edifica
en solar ajeno y trasfunde su espíritu al nuevo cuerpo universal.
Droysen expone el sentido y la obra del helenismo —que son, para él, la
gran hazaña de su héroe— en las páginas 252-256, bajo el epígrafe de “La idea
-de Alejandro y la teoría de Aristóteles”, y sobre todo más adelante, en las
páginas 414-419. “En los países del helenismo —nos dice (p. 417)— se con
servó, incluso cuando se desintegraron, para formar reinos o imperios indepen
dientes, la unidad superio rde la cultura, del gusto, de la moda, o como queramos
llamar a este nivel constantemente cambiante de ideas convencionales y de cos
tumbres.”
También en cuanto a las formas políticas habían de influir poderosamente
Alejandro de Macedonia y el helenismo en la posteridad. La conjunción de la
teocracia con el absolutismo en la fórmula de la monarquía divina fué traída
por Alejandro del oriente, se restaura en la época autocrática del imperio romano
y llega, en lejana reminiscencia, hasta las monarquías modernas en que el rey lo
es “por la gracia de Dios”. En- el vasto imperio fundado por el Macedonio
Ja realeza teocrático-militar era la reacción oriental al sentimiento de indepen