Page 91 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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CAMPAÑA EN TIERRAS DEL DANUBIO 8?
bado el poder de los macedonios, una frontera más segura, pues no quedaba en
las proximidades de ella ninguna tribu capaz de resistir a los vencedores. Después
de señalar con aquellos sacrificios a los dioses la meta más septentrional de sus
empresas, retornó el mismo día a su campamento, situado en la margen sur del
río, tras una expedición triunfante en la que no perdiera ni un solo hombre.
Los pueblos que moraban en las inmediaciones del Danubio, impresionados
por la súbita y dura derrota sufrida, enviaron embajadores al campamento del
rey, llevando como ofrendas los frutos del país, y le suplicaron que se dignase
concederles la paz, a lo que Alejandro accedió de buena gana. Se sometió
también a los macedonios Sirmo, el príncipe de los tribalos, convencido ahora,
evidentemente, de que sería incapaz de defender la isla del Danubio en que
se había refugiado. Presentóse también en el campamento de Alejandro una
embajada de celtas que venían desde las montañas situadas junto al mar Adriá
tico y que un testigo ocular pinta como hombres “grandes de cuerpo y con un
gran concepto de si mismos”; enterados de las grandes hazañas del rey, iban
a recabar su amistad. Fueron invitados a comer y, en la comida, el rey preguntóles
qué era lo que más temían, creyendo sin duda que le contestarían que a él;
pero la contestación fué ésta: “A lo único que temían era a que un día el cielo
cayera sobre ellos; sin embargo, ponían por encima de todo la amistad de un
héroe tan insigne como él.” El rey los llamó amigos y aliados y, al despedirlos,
los cargó de regalos, pero después que hubieron partido los tildó de fanfarrones.
Después de someter a los tracios libres, reduciendo con ello al orden a los
odrisios; de asegurar, con la victoria sobre los tribalos, la soberanía macedónica
sobre los pueblos de la margen meridional del Danubio, y de establecer sólida
mente, con la derrota de los getos, la frontera danubiana, habiendo alcanzado
así, plenamente, la finalidad que esta expedición se proponía, Alejandro se apre
suró a regresar a Macedonia por el sur, a través de las tierras de sus aliados, los
agríanos (establecidos en la planicie de Sofía). Había recibido ya la noticia de
que el rey Clito, al frente de sus ilirios, tenía en su poder el paso de Pelión,
de que Glaucias, el príncipe de los taulantinos, se disponía a unir sus contin
gentes con los de Clito y de que los autariatas, de acuerdo con ellos, se pre
paraban para agredir al ejército macedonio en su marcha a través de las mon
tañas.
La situación de Alejandro era difícil; situado a más de ocho días de marcha
de los desfiladeros de la frontera occidental cruzados por los ilirios, no estaba ya
en condiciones de salvar a Pelión, que era la clave de los dos valles del Aliacmon
y del Apsos (Devol); si los autariatas le atacaban y conseguían entretenerle
aunque sólo fuese dos días, los contingentes coaligados y unidos de los ilirios y
los taulantinos serían lo bastante fuertes para llegar por el Pelión al corazón
de Macedonia, para ocupar la importante línea estratégica del río Erigón y
mantener abierta la comunicación con su propio país por el paso de Pelión,
aislando al rey, en cambio, de las tierras meridionales de su reino y de Grecia,
donde empezaban a apuntar ya peligrosos movimientos. Y aunque Filotas esta