Page 77 - Los siete sabios de Grecia, en sus siete veneradas sentencias
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judicial, que no pudiendo cevarsc
contra quien la motivase , ensan-
grienta en el mismo , que la padece.
Asi le sucedió Eczelino que habien-
,
do padecido una total derrota su
cxercito, no pudiendo exercitar S)us
enojos contra el vencedor , se ayró
contra sí mismo, tanto, que bra-
mando como una rabiosa fiera se
rasgó las venas con los dientes
, y
uñas, habriendose mortales heridas,
fundándose en su ciego enojo su ma-
yor satisfacion, con la necia pérdi-
da de su vida. Fue tan iracundo Ce-
sar
, que la misma ira se podia ape-
llidar propriamente con su nombre,
aun no perdonó su iracunda cegue-
dad al Cielo (aun quando estaba
ayrado) pues oyendo tronar,
en
ocasión que estaba viendo una co-
media,
esclamó ayrado contra
el
mismo Cielo, mandándole, que no
embarazase con los truenos su diver-
sión. Su ira fue la primera, que in-
tro-