Page 172 - Egipto Tomo 1
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156                MEMPHIS. LAS PIRAMIDES
                el cual no se distingan las sencillas formas de tan notables construcciones; y sin embargo
                sólo son  relaciones meramente exteriores  las que existen entre  la populosa ciudad que
                se  dilata sobre  la orilla derecha  del Nilo, y  los imperecederos gigantes  de piedra que
                delante de  la misma se levantan. El Cairo desde el dia mismo que surgió sobre la tierra,
                ha estado contemplando  las Pirámides que, en aquel momento,  es decir antes de que
                se  sentara  la  primera  piedra  de  la  ciudad,  contaban ya más  de  cuarenta  siglos de
                existencia.
                  La capital con su pretenciosa ciudadela, que  allá á gran distancia se distingue, no es
                más que un mortal afortunado encumbrado rápidamente á prodigiosa altura, merced á la
                caída de venerable predecesor. Memphis cayó y de sus ruinas tomó  el Cairo la grandeza
                y  esplendor que le distinguen: ni más ni ménos: tales palabras deben tomarse al pié de la
                letra. Al paso que iba creciendo en importancia la nueva ciudad, fundada por Amr á la orilla
                opuesta del rio, emigraron á ella los habitantes de la antigua residencia de los Faraones,
                llevando consigo  los  viejos  edificios memphiticos,  trasportando para  ello sus  robustos
                sillares, con  los cuales echaron  los cimientos para nuevas construcciones  y levantaron
                                                               alabastro hechos
                paredones de gran resistencia, en tanto que los monumentos de mármol y
                pedazos arrojábanse á los hornos para ser convertidos en  cal. Muchas de  las columnas
                de las mezquitas más antiguas, proceden de los destruidos templos de Memphis; la antigua
                ciudad convertíase en cantera en la cual encontrábanse en abundancia los sillares perfecta-
                mente labrados, llegando á tal extremo el abuso que de ello se hizo, y la imprevisión con
                que se procedió, que con ser el manantial punto ménos que inagotable, sólo quedan de
                la ciudad más antigua y considerable de todo  el Egipto, algunos montones de escombros
                y escasos restos de monumentos casi completamente destruidos.
                  Las calles, las plazas, los palacios,  los templos, las escuelas,  las fortificaciones donde
                durante millares de años alentó, agitóse, trabajó, elevó al cielo sus plegarias, sobrellevó
                sus amarguras, disfrutó sus placeres, negoció, pensó, consagróse á las artes de  la paz
                y entregóse á sangrientas luchas el pueblo de Memphis, han desaparecido completamente.
                La Memphis de los vivos no existe  : en cambio la Memphis de los muertos  , la vasta ne-
                crópolis,  cual  si participara de  la indestructibilidad de  los que en  ella moran dormidos
                en Osiris, se ha conservado de un modo sorprendente. Si existe lugar alguno que confirme
                la expresión por medio de  la cual pretendieron  los. griegos determinar  el rasgo carac-
                terístico del pueblo egipcio, este es sin  la menor duda. «Sus  casas,  dijeron, son meras
                » posadas : sus tumbas casas de eterna duración  ; y es que para ellos la existencia terrena
                »se reduce á peregrinación brevísima, en tanto que la muerte es vida perdurable.» Y en
                efecto, sus cementerios han sobrevivido á sus ciudades,  y sus sepulcros han prolongado
                su existencia hasta nosotros.
                  No hay realmente en la tierra centro de  civilización más venerable que  este en  el
                cual vamos á penetrar; monumentos humanos más antiguos que los que aquí se han
                descubierto. Quien pretenda dirigirse á las Pirámides, debe por fuerza atravesar la necró-
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