Page 260 - Egipto Tomo 1
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248                     EL CAIRO
               un tratado en virtud del cual los coptos, excepción hecha de los ancianos, de las mujeres
               y de los niños, comprometíanse á pagar anualmente una contribución de dos dinares por
               cabeza. Por su parte los vencedores renunciaban á toda pretensión sobre los bienes muebles,
               inmuebles y dinero de los vencidos, concediendo á los griegos que no quisieran someterse al
               pago de la capitación estipulada el derecho de retirarse libremente. Dejamos ya consignado
               en el capítulo referente á Alejandría la manera como contestó Makankas, refiriéndose á los
               árabes, á los durísimos cargos que le dirigió el emperador por no haber sabido rechazar á
               doce mil hombres, contando como contaba con cien mil. En cuanto á Amr se hizo fuerte
               en esa ciudad que constituia el punto central de la vida griega en Egipto, después de habér-
               sele sometido, sin mayor esfuerzo por su parte, todos los coptos habitantes en  la Delta.
               Aconteció esto en  el año  614,. Sabemos también que por lo que toca á Alejandría sólo se
                                   entregó después de porfiada resistencia. En cuanto ó Amr
                                   tenia resuelto establecerse en ella, tanto que había dictado ya
                                   las órdenes oportunas para la construcción de un palacio para
                                   él, y cuarteles especiales para el alojamiento de sus tropas;
                                   mas el califa, procediendo con mejor acuerdo, y  convencido
                                                       levantisca del puerto, acos-
                                   de que la población turbulenta y
                                   tumbrada á las sangrientas luchas de los partidos, no miraría
                                   con paciencia el que se hiciera la ciudad centro de la nueva
                                   vida que pretendía introducirse  en  el  país,  desaprobó  el
                                   acuerdo, no teniendo por entonces ulteriores consecuencias
                                   los proyectos de Amr.
                                     Éste regresó, pues, con tal motivo á Babilonia, en cuyas
                                   cercanías había establecido su campamento y  levantado su
                                   tienda, fostcit; pues si bien al emprender su marcha á Alejan-
                                   dría había dispuesto que la abatieran , como le noticiaran que
                O-Vt
                     MEDIDOR DEL NILO  ella había anidado una pareja de palomas, revocó las
                                   en
               órdenes primitivas diciendo: «No permita Dios que un musulmán niegue su pioteccion  al
               » ave inocente que sin temor alguno ha buscado refugio bajo su techo hospitalario h» A su
               regreso encontró, pues, levantada todavía su tienda, y  alojado en ella, decidió la fundación a
               establecimiento de una nueva ciudad, á la cual,  por  los motivos expresados  diósele  el
               nombre de Fostat, la tienda. Al cabo de poco tiempo, distinguíase á la nueva ciudad con el
               nombre de Misr que era aquel con el cual los árabes designaban al Egipto, y aun cuando
               pasados trescientos años la Kahira, el Cairo actual, llegó á unirse con ella, sus habitantes
               continuaron dándole el nombre de Misr ó Masr, no habiéndosele aplicado el de Cairo antiguo
               hasta tanto que Fostat quedó reducido á la simple condición de arrabal de la ciudad moderna.
                 i Una cosa parecida se cuenta de Jaime de Aragón el Conquistador, el cual al abandonar la ciudad de A'alencia que acababa de tomar
               á los árabes, como] observara que unas golondrinas habían anidado en su tienda de campaña, á fin de que no se destruyera el nido de las
               confiadas avecillas, ordenó que se dejara allí sin desarmar la tienda real. — N  .
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