Page 256 - Egipto Tomo 1
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misticismo, en cambio hacían justicia á los vastos conocimientos que tenían en astronomía y
otras ramas del saber. Todavía le era dado entonces al curioso viajero, contemplar en la
ciudad arruinada las casas en que residieran Pitágoras, Platón y Eudoxio cuando frecuen-
taron las escuelas de la ciudad del Sol, cuyas aulas, según parece, sólo con grandes
dificultades se abrían á los extranjeros.
Hasta nosotros han llegado los nombres de algunos sabios de Heliópolis, entre ellos el del
sacerdote Putiphar de Ou, cuya hija Asnath fué concedida por esposa por el Faraón, á su
favorito José.
Muchas particularidades podríamos consignar si tuviéramos espacio para ello, relativa-
mente á las propiedades que constituían el patrimonio del templo, que, especialmente en
los tiempos de Ramses III, habíanse acrecentado hasta un punto inconcebible, lo mismo
que sobre sus rentas, y sobre los árboles y animales sagrados á los cuales se prestaba
culto en el nomo. Nos limitaremos pues á mencionar el buey Mnevis de pelaje blanquecino,
el león de reluciente piel, y singularmente el fénix, es decir, el ave singular del país de
las palmeras que cada quinientos años, según el mito, renace de sus propias cenizas,
llevándolas después á Heliópolis; simbólica imágen de las consoladoras esperanzas innatas
en el corazón humano, en virtud de las cuales cuanto se marchita, muere y se extingue,
debe renacer á nuevo florecimiento, á una nueva vida, brillar con nueva luz. La figura del
fénix, dice Horapollon, representa al viajero que vuelve á sus hogares después de dilatada
ausencia. El más hermoso de los astros del hemisferio oriental, Vénus, que brilla en el
espacio al amanecer, y que reaparece en cuanto se pone el Sol, llevaba su nombre, con lo cual
quiso decirse al moribundo que al extinguirse su vida estaba reservado á su alma el brillar
con nueva luz en medio de la oscura noche de la muerte.
Los egipcios daban el nombre de Bennu al ave fénix, y en muchas inscripciones se
habla del templo entero ó de una de sus partes como de la casa de Bennu. Según el testimonio
de autores no muy antiguos, el Egipto entero tomaba parte en las peregrinaciones que
se hacían á esta ciudad; los más conspicuos de los faraones honrábanse con el dictado
de «príncipe de Heliópolis,» con exclusión de todos los demás; y orgullosos conquistadores
que en Memphis se limitaban á ofrecer un sacrificio al dios Ptah, sometíanse en el templo del
Sol á numerosas ceremonias, y se hacían iniciar en los misterios del dios.
Amenemha I, el fundador del santuario, después de haber dado comienzo al trabajo
que debía terminarse en tiempo de su hijo Usortosen, exclamaba: «Ojalá no lo destruya el
» transcurso de los años; ojalá que terminado subsista siempre.» Estos votos del gran rey,
que nos han sido transmitidos por el papiro de Berlín , no se han visto cumplidos : del edificio
que imaginaba construir para que durara una eternidad, nada más queda que el obelisco,
v escasas piedras apenas dignas de mención. Acúsase injustamente á Cam bises de haber
destruido el templo y la ciudad del Sol, y decimos injustamente, porque mucho tiempo
después de él era posible hacer del primero una descripción detallada, y en cuanto á la
segunda, hallábase en estado floreciente, siendo prueba de ello lo que encontramos en