Page 53 - Egipto Tomo 1
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ALEJANDRIA ANTIGUA
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                 todas las anécdotas de la antigüedad, no debiendo por  lo mismo causar sorpresa alguna
                 el que un hombre tan ingenioso y tan profundo conocedor del corazón humano cómo era
                 Luciano, encontrara en él pasto abundante para cultivar su vena satírica.
                   La vida del espíritu circuló, pues, potente y vigorosa hasta por las venas de los últimos
                                                                      lozanía
                 alejandrinos, pudiendo decirse que el  sol de Egipto hace desarrollar con pompa y
                 cuanto es capaz de crecimiento. La sangre griega latía aquí con mayor rapidez: la movilidad
                 helénica, sedienta siempre de innovaciones, degeneró en afan  insaciable de revoluciones
                 políticas  v  sociales;  el  espíritu de empresa, en audaz temeridad;  la actividad, en  afan
                 vertiginoso  de  riquezas;  la agudeza  de  ingenio,  en  manía  irresistible  para  la  satira
                 desvergonzada y liviana, que no pocas veces fue castigada sangrientamente. A pesar de
                 esto las fuentes de  la riqueza pública, incesantemente puestas á prueba por sus señores, en
                 especial por los romanos, parecían verdaderamente inagotables, hasta el punto de que en las
                 orillas del Tíber se pretendía que los alejandrinos poseían  el secreto de fabricar  el oro.
                 Y sin embargo nada había de extraordinario en esta riqueza extraordinaria. Disponían para la
                 exportación de los variados productos del Egipto, verdadero granero de la antigüedad: cuanto
                 papel se consumía así en Oriente como en Occidente, el cual se fabricaba con  el papiros
                 del Nilo. procedía de sus fabricas:  las mercancías del África  interior, tales como marfil,
                 ébano, plumas  de avestruz, y pintadas pieles de bestias  feroces desembarcábanse en  el
                 puerto interior del lago Mareótico, desde el cual, ora eran trasladadas en buques por el canal,
                 al puerto de Eunosto, ora por tierra conducidas  al mercado del Gran Puerto.  El comercio
                 con  la Arabia, riquísima en aromas y especias; con  las costas de los Somalí; con Ceylan;
                 con los puertos del Malabar y de la India, de donde procedían los preciados artículos por
                 los cuales daban los caprichosos romanos cantidades fabulosas, proporcionaban ganancias
                 por demás pingües á aquellos activos é inteligentes mercaderes. Lo que mayor estima tenia
                 eran  los diamantes; en pos de ellos apreciábanse las perlas: la seda se pagaba á peso de
                 oro. En la época en que eran las noches más largas abandonaban las flotas las aguas de
                 Mvos-Hormos en  el Mar Rojo, para no volver hasta el mes de diciembre: desembarcaban
                 las mercancías en Bereniee, y por medio de convoyes de acémilas las trasladaban á Koptos
                 á orillas del Nilo. v desde dicho punto, en buques, á lo largo del rio, á Alejandría, en cuya
                 ciudad esperaban su llegada comerciantes de todos  los países y especialmente de Roma.
                 El movimiento comercial en los puertos del lago Mareótico era superior al que se hacia por
                 los puertos marítimos, pues en aquellos la exportación excedía en mucho en valor y cantidad
                 á la importación.
                   Ni era menor ni ménos productiva la actividad industrial. De  ella podemos formarnos
                 idea por una carta que durante su permanencia en Alejandría escribió Adriano á Serviano,
                 en la cual se encuentran datos de gran importancia. Por la misma venimos en conocimiento
                 de que los cristianos, que no sabia distinguir aún de los adoradores de Serapis, empezaban
                 á  ejercer  gran  influencia.  Después, trazando un  fiel  retrato  de  la  actividad de  los
                 alejandrinos, á los cuales pinta  el emperador como un pueblo  ligero,  frívolo, amigo del
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