Page 244 - Fantasmas
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FANTASMAS


           rodillas  flotaban  y que  mis pies no  tocaban  el suelo,  sino  que

           colgaban a casi medio  metro  del retrete.
                 La habitación  parecía dar vueltas,  y por un  momento  me
           sentí  mareado,  no  por el susto,  sino por una  especie de mara-
           villada  ensoñación.  No  estaba  sorprendido;  supongo  que  al-
           go en  mi interior  había  estado  esperando,  casi deseando  aquel
           momento  en  que pudiera volar de nuevo.
                 Aunque  volar  no  era  exactamente  lo que  estaba  hacien-
           do, sino  más  bien  flotar  de forma  controlada.  Era otra  vez  un
           huevo, torpe y en  equilibrio.  Mis brazos  se  agitaban nerviosos
           a ambos  lados del cuerpo,  hasta que los dedos  de una  mano  ro-
           zaron  la pared y me  ayudaron a estabilizarme.
                 Sentí una  tela que  se  movía  sobre  mis  hombros  y bajé la
           vista con  cuidado,  temiendo  que un  movimiento  repentino  me
           devolviera  al suelo.  Por  el rabillo  del ojo vi el dobladillo  bri-
           llante de una  manta  y un  trozo  de parche, con  un  emblema  ro-
           jo y amarillo.  La sensación  de mareo  me  invadió  de nuevo  y
           me  tambaleé  en  el aire.  La manta  se  deslizó,  al igual que aquel
           día casi catorce  años  atrás y cayó de mis hombros.  En ese  mis-
           mo  instante  me  precipité  al suelo  golpeándome una  rodilla con
           el retrete  y metiendo  una  mano  dentro,  en  el agua  helada.






           Me  senté  con  la capa  sobre  las rodillas,  estudiándola,  mien-
           tras  el resplandor  plateado  del amanecer  iluminaba  las venta-
           nas  del sótano.
                 Era  aún  más  pequeña  de lo que  recordaba,  del tamaño
           de una  funda  de almohada.  El relámpago  rojo de fieltro  se-
           guía cosido  a la espalda,  aunque  un  par de puntos  se  habían
           soltado  y una  de las esquinas  del relámpago  se había despega-
           do. El parche militar  de mi padre seguía en  su  sitio, como  un
           rayo  contra  un  cielo  de fuego.



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