Page 277 - Fantasmas
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Joe HiLL
siones significaba que cerca de allí podría haber comida, y Ki-
llian era muy consciente de lo vacío que tenía el estómago.
Caminó con paso vacilante entre los árboles hasta el jar-
dín trasero de la casa, y cuando llegó al lindero del bosque du-
dó. La pintura estaba descascarillada y las ventanas oscureci-
das por la mugre. Cerca de la pared trasera de la casa había un
arriate, un rectángulo de tierra de las dimensiones de una tum-
ba, en el que no había nada plantado.
Killian estaba allí de pie mirando a la casa cuando vio a
las niñas. No las había visto al llegar, tan quietas y calladas
como estaban. Se había acercado a la casa desde la parte de atrás,
pero el bosque se extendía por uno de sus lados y las niñas
estaban allí, arrodilladas sobre unos helechos, dándole la es-
palda. Killian no podía ver lo que hacían, pero estaban prácti-
camente inmóviles. Eran dos, arrodilladas con sus vestidos de
domingo. Las dos tenían el pelo rubio muy claro, largo, lim-
pio y cuidadosamente cepillado, sujeto con pequeñas peine-
tas doradas.
Permaneció de pie observándolas mientras ellas seguían
arrodilladas y muy quietas. Entonces una de ellas giró la cabe-
za y lo miró. Tenía cara con forma de corazón y ojos de color
azul pálido. Lo miró sin expresión alguna. Pronto la otra niña
se volvió y miró también a Killian, esbozando una leve sonrisa.
La que sonreía debía de tener siete años y su inexpresiva her-
mana, diez. Killian las saludó con la mano. La niña de expresión
seria continuó mirándolo unos instantes y después volvió la ca-
beza. Killian no veía lo que estaba haciendo allí, arrodillada, pe-
ro fuera lo que fuese la tenía absorbida por completo. La niña
más pequeña tampoco le devolvió el saludo, pero pareció incli-
nar ligeramente la cabeza antes de regresar a su ocupación. Su
silencio y su inmovilidad inquietaron a Killian.
Cruzó el jardín hasta la puerta principal. La puerta con
mosquitera estaba de color naranja por el óxido, y curvada ha-
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