Page 278 - Fantasmas
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FANTASMAS
cia fuera, desencajada del marco por algunos sitios. Killian se
quitó el sombrero y se dispuso a subir las escaleras para llamar
a la puerta, cuando ésta se abrió y una mujer apareció detrás de
la mosquitera. Killian se quedó quieto con el sombrero en la
mano y puso cara de mendigo. Ñ
La mujer podía tener treinta, cuarenta o cincuenta años.
Tenía la cara tan delgada que parecía famélica, y los labios fi-
nos y descoloridos. Llevaba un paño de cocina colgado del cin-
turón del delantal.
—Buenos días, señora —dijo Killian—. Estoy ham-
briento y me preguntaba si podría darme algo de comer, un
pan, quizá.
—¿No has desayunado?
—N o, señora.
—En el Bendito Corazón dan desayunos. ¿No lo conoces?
—N 0, señora. Ni siquiera sé dónde está.
La mujer asintió.
—Te haré un pan tostado, y huevos si quieres. ¿Quieres?
—Bueno, señora, si me los prepara, desde luego no voy
a tirarlos a la carretera.
Esto era lo que Gage decía siempre cuando le ofrecían al-
go más de lo que había pedido, y hacía reír a las amas de casa,
pero ésta no rio, tal vez porque él no era Gage y la frase no so-
naba igual viniendo de él. En lugar de ello la mujer se limitó a
asentir una vez más y dijo:
—Muy bien. Límpiate los pies en el... —miró sus zapatos
y calló un momento—. Mira esos zapatos. Quítatelos y déjalos
junto a la puerta.
—SÍ, señora.
Miró de nuevo a las niñas antes de subir las escaleras, pe-
ro ambas le daban la espalda y no le prestaron atención. Entró,
se quitó los zapatos y caminó por el frío suelo de linóleo con
los pies sucios y descalzos. A cada paso que daba notaba una
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