Page 271 - Abrázame Fuerte
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Mientras tanto, en el Piccolino
      Todo  el  bar  es  un  gran  coro.  Se  oyen  aplausos  y  gritos  de  ánimo  y  también
      algunos abucheos dirigidos al jurado. El Piccolino está que arde. Es como si todos
      los reunidos ahí fueran a cantar en el concurso: hay muchos nervios, si bien nadie
      ha tenido que salir al baño a toda prisa, como le ha ocurrido a Marcos.
        El presentador sale al escenario para dar la bienvenida al último grupo. Viste
      traje chaqueta negro y calza deportivas para darle un toque informal y guay al
      atuendo.  La  gente  del  bar  se  ríe  a  mandíbula  batiente  cuando  lo  hace  el
      presentador:  tiene  los  dientes  tan  blancos  como  sus  zapatillas  y  eso  les  parece
      muy  gracioso.  Ana  escribe  una  pequeña  nota  en  su  bloc:  « La  figura  del
      presentador en la tele es peculiar. A veces, los presentadores de la tele parecen
      personas sin alma. Pero son personas, al fin y al cabo. ¿Por qué no se muestran
      tal y como son? Así se ahorrarían comentarios de la gente… Claro que igual así
      se quedaban sin trabajo» .
        —¡Bueno,  bueno,  bueno!  —El  presentador  se  frota  las  manos  y  ofrece  su
      mejor sonrisa a la cámara—. Ya estamos llegando a la recta final. ¡Demos un
      fuerte  aplauso  al  último  grupo  de  la  noche!  ¡CON  TODOS  USTEDES,
      PRINCESA ATREYU!
        En el bar, la gente se vuelve loca. Cuando Ana, Silvia y Bea se ponen en pie,
      todo  el  bar  hace  lo  mismo.  El  silencio  es  total.  No  se  oye  ni  el  vuelo  de  una
      mosca. Todos escuchan atentos cómo el público de la tele aplaude, mientras la
      cámara se centra en el escenario. De pronto aparecen Marcos y Estela, cogidos
      de la mano. Todo el bar prorrumpe en aplausos y gritos de ánimo.
        —¡VAMMMOOOOOS!
        Silvia, Bea y Ana hacen un breve corro para comentar.
        —¿Ha dicho que se llaman Princesa Atreyu? —pregunta Bea, sorprendida,
      para asegurarse.
        —¡Han cogido nuestro nombre y el del perro de Marcos y han hecho un mix!
      —exclama Bea, sonriendo.
        —¡¡¡ME   ENCANTAAAA!!!   ¡VAMOS,   MARCOS!   ¡VAMOS,
      ESTELAAAAA! —Silvia grita todo lo que dan de sí sus pulmones.
        —¡Niña! ¡Baja un poco el volumen, que tú no vas a cantar…! —la regaña el
      dueño del Piccolino.
        Algunos ríen la gracia del hombre, y Silvia se ruboriza. Esta vez se ha pasado
      de verdad, pero también ella necesitaba descargar la tensión de la tarde.
      El minuto de gloria
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