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son putos. No podía ser de otra manera, como Marley o Flavio

Mendoza. Después pensó que dado que habían tenido sexo,

quizás era bisexual, pero preferentemente homosexual. Le dio

asco.

Él no quedó sorprendido por la reacción de ella. La

entendió. Hacía años que cuando les contaba a las mujeres que

había decidido formar una familia monoparental, ellas huían.

Si, como si tuviera una peste o algo contagioso.

En definitiva, el mundo entero, los medios de

comunicación masiva, las redes sociales, las publicidades, los

juegos de niños y niñas, todo construye una sola posibilidad

de ser “familia”. Y no contemplaba la suya.

Pero no había nada más gratificante, después de un

rechazo, que volver a su casa y ver esos cuatro ojitos negros

que lo miraban con amor, que lo abrazaban con cariño y que

aun sabiendo que habían sido abandonados, a él lo llamaban

“papá”.

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