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Estuvieron intercambiando experiencias de vida por

Face durante un mes, hasta que ella le propuso una cosa. Le

comentó que venían sus vacaciones y que si bien había

planificado viajar a Bariloche podía cambiar el destino e ir a

Uruguay a conocerlo.

Él no dudó en decirle que sí.

Se conocieron entre las valijas y empujones de la gente

que va y viene propio de toda terminal. No hubo un beso de

telenovela, ni un abrazo fuerte pasional. Hubo

incomodidades.

Ella se sentía desalineada, despeinada, con los ojos

hinchados de dormitarse en el viaje y para colmo con aliento a

perro muerto. Él, estaba bien ahí, pero su piedra en el zapato

era que no le había dicho que tenía dos hijos.

Llevaron las valijas hasta el auto de él, luego fueron

hablando hasta el hotel donde ella se hospedaría. Se saludaron

y quedaron en verse más tarde, para cenar.

Cuando él llegó a su casa, les explicó a sus hijos que

iban a pasar la noche en la casa de sus abuelos. Y a los nenes

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