Page 31 - Sin verdades a medias 6
P. 31
La Zona
de Confort
La cárcel de mis debilidades
Por: Vasile Plesa, Coordinador Hproyectos AGEAC Tarija
oy vamos a contar la historia de una cárcel; los protagonistas de la historia somos tú y yo. Sí, va- mos a hablar de la cárcel interior, la cárcel de la mente. Todos, tú
y yo, aunque nos creemos libres, estamos pri- sioneros en una cárcel invisible, formada por nuestros hábitos, costumbres, miedos, con- vicciones, ideas, etc.: es la cárcel de nuestra propia mente.
A lo largo de la vida, todos tenemos mu- chos planes, sueños por cumplir, metas perso- nales..., ya sea en la profesión, en la familia o en la vida espiritual interior. Todos sabemos también que la mayoría de estos sueños, sue- ños se quedan; no llegan nunca a realizarse. Sería lógico preguntarnos por qué: ¿por qué no he logrado aprender inglés, si lo estoy pla- neando desde hace dos años?, ¿por qué no he llegado emprender mi proprio negocio, si lo estoy pensando desde hace siete años?, ¿por qué no he llegado a aprender diseño grá co, si me hace muchísima ilusión, y me he resig- nado a ganarme el pan en la empresa de mis padres?
Vamos a re exionar sobre las cadenas invisibles de nuestra mente, que nos mantie- nen atados, que nos impiden levantar el vuelo hacia lo que realmente nos hace ilusión en la vida.
La «zona de confort» es un conjunto formado por hábitos, por la forma de pensar, por convicciones, por ideas más o menos jas enraizadas en la mente, por cierto tipo de de- bilidades humanas, etc. La zona de confort se convierte en un muro, a veces inquebrantable, que nos puede mantener toda nuestra existen- cia encerrados en una situación muy amarga, y, sin embargo, no hacemos nada para salir.
Pongamos el ejemplo de una persona que trabaja como empleada en una empresa cualquiera, pero está pensando montar una pastelería por su cuenta, porque se le da muy bien hacer pasteles y además le hace mucha ilusión. Le está dando vueltas al sueño de te- ner una pastelería propia desde hace tiempo; aquí entra en escena lo que llamamos la zona de confort. Empezamos a pensar: «¿Y si no funciona?, ¿dónde voy a encontrar un espacio para montar la pastelería?, ¿y si no puedo pa- gar el alquiler?, ¿y si no hay clientes? Además tendré que dedicarme a ello desde las 6 de mañana hasta las 10 de la noche, hasta que el negocio empiece a funcionar; tampoco ten- dré domingos libres, porque tendré que abrir el negocio; no me fío de contratar a alguien, ¿y si me roban? ¿Montar una pastelería? Me gus- taría mucho, pero no creo que sea para mí? ¡Ah!, además tengo que pedir un préstamo... ¿y cómo sé yo que lo voy a pagar?...».
Además los que nos rodean, que están a su vez bien anclados en su propia zona de confort, nos dicen: «Es mejor que sigas como
empleado, no te veo llevando un negocio. Na- die de tu familia lo ha hecho. ¿Tú sabes lo que implica tener clientes, pagar impuestos, buscar proveedores y comprar materia prima, etc.? Yo te aconsejo que no te atrevas».
La zona de confort, por lo tanto, es nuestra propia mente que se resiste a los cam- bios, que tiembla de miedo solo de pensar en cosas nuevas, que se niega a probar situacio- nes desconocidas.
El cerebro humano está diseñado para sobrevivir, de manera que quiere controlarlo todo, estar seguro de todo lo que pasa a nues- tro alrededor. Lo que es una madriguera para un animal, lo es la zona de confort para noso- tros. Si un animal se refugia ante un depreda- dor en su madriguera, donde se siente seguro, aunque pase hambre y frío, igual nosotros nos mantenemos en la zona de confort; tendemos a mantener las cosas conocidas en nuestra vida, nos agarramos a las personas o situacio- nes que nos hacen sentirnos «cómodos»; te- nemos una tendencia inconsciente a controlar a la pareja, tener control sobre las situaciones, controlar la empresa: a tenerlo todo seguro y controlado.
Para entender cómo nos sentimos al salir de la zona de confort, hay momentos en que la vida nos obliga salir de esta a la fuerza: la muerte de algún familiar, un divorcio, cuando después de 25 años con la familia, un hijo se casa y se va a vivir a otra parte, etc. Cuando pasan estas cosas sentimos que todo lo que