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Para mostrarte su amor
Y aliviar tu dolor
Infinito.
Ya de vuelta en tu casa
Un mar de luces
Te espera en la Plaza.
Un último canto,
Un último suspiro…,
Unas últimas palabras de alivio.
Mar de lágrimas de amor
Son las llamas de los cirios.
Hasta luego Madre hermosa,
Señora de la Soledad.
Nunca te abandonaremos
Que en nuestro pecho tienes tu altar.
El sábado pasa entre idas y venidas. Jesús Nazareno ya se
encuentra en su lugar. Nuestra Señora de los Dolores y Soledad
ya se encuentra en su camerino.
Y de nuevo, viene a mi el recuerdo de Rosarico “la Joaquín”.
Ella que fue la primera Hermana Mayor de la entonces Cofradía
de la Soledad y a quién Dios concedió el honor de que su último
lecho fuese el camerino de la Virgen. En un día como éste, sus
pies ligeros recorrían la iglesia preparando la Vigilia Pascual. La
misa más importante del año.
Llegó la noche.
¿Qué es eso que suena?
No son cantos marianos.
No son cantos de pena.
¿Por qué redoblan así
Las campanas de la iglesia?
¿Pero no lo sabes hermano?