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Llega  el  entierro  a  la  plaza,  y  allí,  espera  la  llegada  de  su

           madre.  Su  cuerpo  entra  en  la  tumba  envuelto  en  el  sudario.  Y

           María queda allí contemplándolo un rato.

                                         Todos se van marchando.

                                           Ella queda en Soledad.
                                          Es hora de volver a casa.

                                       Ya no hay nada que esperar.

                                           Sentado en el  revellín

                                           Se hace larga la espera

                                         De verla subir la escalera
                                              De la calle Zacatín.

                                             Esa tristeza infinita

                                         Que reflejan tus pupilas,

                                            Esas lágrimas inquinas
                                           Que acarician tu cara,

                                       Las quisiera sentir con ganas

                                            En mi alma…, Señora,

                                          Que aunque llegó la hora
                                            De verte en Soledad,

                                              No te abandonarán

                                           Los cantos de consuelo

                                    Que las mujeres de este pueblo

                                             Cantan sólo para Ti.
                                              Un rosario infinito

                                           De voces y ecos suenan

                                        Y en cada ventana y puerta

                                         Unos ojos te contemplan.

                                             Baja calle Amargura
                                        Derramando su hermosura

                                       Aun en la noche más oscura.

                                            Las velas de tus hijas

                                           Alumbran cada escalón
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