Page 296 - El Señor de los Anillos
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Elrond alzó los ojos y lo miró y Frodo sintió que aquella mirada penetrante le
      traspasaba el corazón.
        —Si  he  entendido  bien  todo  lo  que  he  oído  —dijo  Elrond—,  creo  que  esta
      tarea te corresponde a ti, Frodo y, si tú no sabes cómo llevarla a cabo, ningún otro
      lo sabrá. Esta es la hora de quienes viven en la Comarca, de quienes dejan los
      campos  tranquilos  para  estremecer  las  torres  y  los  concilios  de  los  grandes.
      ¿Quién  de  todos  los  Sabios  pudo  haberlo  previsto?  Y  si  son  sabios,  ¿por  qué
      esperarían saberlo, antes que sonara la hora?
        » Pero es una carga pesada. Tan pesada que nadie puede pasársela a otro. No
      la pongo en ti. Pero si tú la tomas libremente, te diré que tu elección es buena; y
      aunque todos los poderosos amigos de los elfos de antes, Hador y Húrin y Túrin y
      Beren mismo aparecieran juntos aquí, tu lugar estaría entre ellos.
        —¿Pero seguramente usted no lo enviará solo, señor? —gritó Sam, que ya no
      pudo seguir conteniéndose y saltó desde el rincón donde había estado sentado en
      el suelo.
        —¡No por cierto! —dijo Elrond volviéndose hacia él con una sonrisa—. Tú lo
      acompañarás al menos. No parece fácil separarte de Frodo, aunque él haya sido
      convocado a un Concilio secreto y tú no.
        Sam se sentó, enrojeciendo y murmurando.
        —¡En  bonito  enredo  nos  hemos  metido,  señor  Frodo!  —dijo  moviendo  la
      cabeza.
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