Page 294 - El Señor de los Anillos
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los  hicieron  no  deseaban  ni  fuerza  ni  dominio  ni  riquezas,  sino  el  poder  de
      comprender, crear y curar, para preservar todas las cosas en cierta medida, y
      con dolor. Pero todo lo que haya sido alcanzado por quienes se sirven de los Tres
      se volverá contra ellos, y Sauron leerá en las mentes y los corazones de todos, si
      recobra el Único. Habría sido mejor que los Tres nunca hubieran existido. Esto es
      lo que Sauron pretende.
        —¿Pero qué sucederá si el Anillo Soberano es destruido, como tú aconsejas?
      —preguntó Glóin.
        —No lo sabemos con seguridad —respondió Elrond tristemente—. Algunos
      esperan  que  los  Tres  Anillos,  que  Sauron  nunca  tocó,  se  liberen  entonces  y
      quienes  gobiernen  los  Anillos  podrían  curar  así  las  heridas  que  el  Único  ha
      causado en el mundo. Pero es posible también que cuando el Único desaparezca,
      los Tres se malogren y que junto con ellos se marchiten y olviden muchas cosas
      hermosas. Eso es lo que creo.
        —Sin  embargo  todos  los  elfos  están  dispuestos  a  correr  ese  riesgo  —dijo
      Glorfindel—, si pudiéramos destruir el poder de Sauron y librarnos para siempre
      del miedo a que domine el mundo.
        —Así  volvemos  otra  vez  a  la  destrucción  del  Anillo  —dijo  Erestor  y  sin
      embargo no estamos más cerca. ¿De qué fuerza disponemos para encontrar el
      Fuego en que fue forjado? Es el camino de la desesperación. De la locura, podría
      decir, si la larga sabiduría de Elrond no me lo impidiese.
        —¿Desesperación, o locura? —dijo Gandalf—. No desesperación, pues sólo
      desesperan  aquellos  que  ven  el  fin  más  allá  de  toda  duda.  Nosotros  no.  Es
      sabiduría  reconocer  la  necesidad,  cuando  todos  los  otros  cursos  ya  han  sido
      considerados,  aunque  pueda  parecer  locura  a  aquellos  que  se  atan  a  falsas
      esperanzas.  Bueno,  ¡que  la  locura  sea  nuestro  manto,  un  velo  en  los  ojos  del
      enemigo! Pues él es muy sagaz y mide todas las cosas con precisión, según la
      escala de su propia malicia. Pero la única medida que conoce es el deseo, deseo
      de poder, y así juzga todos los corazones. No se le ocurrirá nunca que alguien
      pueda  rehusar  el  poder,  que  teniendo  el  Anillo  queramos  destruirlo.  Si  nos
      ponemos en meta, confundiremos todas sus conjeturas.
        —Al menos por un tiempo —dijo Elrond—. Hay que tomar ese camino, pero
      recorrerle será difícil. Y ni la fuerza ni la sabiduría podrían llevarnos muy lejos.
      Los débiles pueden intentar esta tarea con tantas esperanzas como los fuertes. Sin
      embargo, así son a menudo los trabajos que mueven las ruedas del mundo. Las
      manos pequeñas hacen esos trabajos porque es menester hacerlos, mientras los
      ojos de los grandes se vuelven a otra parte.
        —¡Muy bien, muy bien, señor Elrond! —dijo Bilbo de pronto—. ¡No digas
      más! El propósito de tu discurso es bastante claro. Bilbo el hobbit tonto comenzó
      este asunto y será mejor que Bilbo lo termine, o que termine él mismo. Yo estaba
      muy cómodo aquí, ocupado en mi obra. Si quieres saberlo, en estos días estoy
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