Page 292 - El Señor de los Anillos
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pronto. Los Nueve han quedado a pie, es cierto, pero esto no nos da más que un
      respiro,  hasta  que  encuentren  nueve  cabalgaduras  y  más  rápidas.  Sólo  la
      menguante fuerza de Gondor se alza ahora entre él y una marcha de conquista a
      lo largo de las costas, hacia el norte, y si viene y llega a apoderarse de las torres
      blancas y los puertos, es posible que los elfos ya no puedan escapar a las sombras
      que se alargan sobre la Tierra Media.
        —Esa marcha será impedida por mucho tiempo —dijo Boromir—. Gondor
      mengua, dices. Pero se mantiene en pie, y aun declinante, la fuerza de Gondor es
      todavía poderosa.
        —Y sin embargo ya no es capaz de parar a los Nueve —dijo Galdor—. Y el
      enemigo puede encontrar otros caminos que Gondor no vigila.
        —Entonces  —dijo  Erestor—  hay  sólo  dos  rumbos,  como  Glorfindel  ya  ha
      dicho: esconder el Anillo para siempre, o destruirlo. Pero los dos están más allá
      de nuestro alcance. ¿Quién nos resolverá este enigma?
        —Nadie  aquí  puede  hacerlo  —dijo  Elrond  gravemente—.  Al  menos  nadie
      puede decir qué pasará si tomamos este camino o el otro. Pero ahora creo saber
      ya qué camino tendríamos que tomar. El occidental parece el más fácil. Por lo
      tanto  hay  que  evitarlo.  Lo  vigilarán.  Los  elfos  han  huido  a  menudo  por  ese
      camino. Ahora, en circunstancias extremas, hemos de elegir un camino difícil,
      un  camino  imprevisto.  Esa  es  nuestra  esperanza,  si  hay  esperanza:  ir  hacia  el
      peligro, ir a Mordor. Tenemos que echar el Anillo al Fuego.
      Hubo otro silencio. Frodo, aun en aquella hermosa casa, que miraba a un valle
      soleado,  de  donde  llegaba  un  arrullo  de  aguas  claras,  sintió  que  una  oscuridad
      mortal  le  invadía  el  corazón.  Boromir  se  agitó  en  el  asiento  y  Frodo  lo  miró.
      Tamborileaba con los dedos sobre el cuerno y fruncía el ceño. Al fin habló.
        —No entiendo todo esto —dijo—. Saruman es un traidor, pero ¿no tuvo ni una
      chispa de sabiduría? ¿Por qué habláis siempre de ocultar y destruir? ¿Por qué no
      pensar  que  el  Gran  Anillo  ha  llegado  a  nuestras  manos  para  servirnos  en  esta
      hora de necesidad? Llevando el Anillo, los Señores de los Libres podrían derrotar
      al enemigo. Y esto es lo que él teme, a mi entender.
        » Los Hombres de Gondor son valientes y nunca se someterán; pero pueden
      ser derrotados. El valor necesita fuerza ante todo y luego un arma. Que el Anillo
      sea vuestra arma, si tiene tanto poder como pensáis. ¡Tomadlo y marchad a la
      victoria!
        —Ay,  no  —dijo  Elrond—.  No  podemos  utilizar  el  Anillo  Soberano.  Esto  lo
      sabemos ahora demasiado bien. Le pertenece a Sauron, pues él lo hizo solo y es
      completamente maléfico. La fuerza del Anillo, Boromir, es demasiado grande
      para  que  alguien  lo  maneje  a  voluntad,  salvo  aquellos  que  ya  tienen  un  gran
      poder  propio.  Pero  para  ellos  encierra  un  peligro  todavía  más  mortal.  Basta
      desear  el  Anillo  para  que  el  corazón  se  corrompa.  Piensa  en  Saruman.  Si
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