Page 306 - El Señor de los Anillos
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Jirones de nubes se apresuraban allá arriba, oscuras y bajas. Cuando las sombras
      tristes del crepúsculo comenzaron a extenderse, la Compañía se aprestó a partir.
      Saldrían  al  anochecer,  pues  Elrond  les  había  aconsejado  que  viajaran  todo  lo
      posible al amparo de la noche, hasta que estuvieran lejos de Rivendel.
        —No olvidéis los muchos ojos sirvientes de Sauron —dijo—. Las noticias de
      la derrota de los Jinetes ya le han llegado sin duda y tiene que estar loco de furia.
      Pronto  los  espías  pedestres  y  alados  se  habrán  diseminado  por  las  tierras  del
      norte. Cuando estéis en camino, guardaos hasta del cielo que se extiende sobre
      vosotros.
      La  Compañía  cargó  poco  material  de  guerra,  pues  confiaban  más  en  pasar
      inadvertidas que en la suerte de una batalla. Aragorn llevaba a Andúril y ninguna
      otra arma, e iba vestido con ropas de color verde y pardo mohosos, como un
      jinete del desierto. Boromir tenía una larga espada, parecida a Andúril, pero de
      menor linaje, y cargaba además un escudo y el cuerno de guerra.
        —Suena alto y claro en los valles de las colinas —dijo—, ¡y los enemigos de
      Gondor ponen pies en polvorosa!
        Llevándose el cuerno a los labios, Boromir sopló y los ecos saltaron de roca
      en roca y todos los que en Rivendel oyeron esa voz se incorporaron de un salto.
        —No te apresures a hacer sonar de nuevo ese cuerno, Boromir —dijo Elrond
      —, hasta que hayas llegado a las fronteras de tu tierra y sea necesario.
        —Quizá —dijo Boromir—, pero siempre en las partidas he dejado que mi
      cuerno grite, y aunque más tarde tengamos que arrastrarnos en la oscuridad, no
      me iré ahora como un ladrón en la noche.
        Sólo  Gimli  el  enano  exhibía  una  malla  corta  de  anillos  de  acero  (pues  los
      enanos soportan bien las cargas) y un hacha de regular tamaño le colgaba de la
      cintura.  Legolas  tenía  un  arco  y  un  carcaj,  y  en  la  cintura  un  largo  cuchillo
      blanco.  Los  hobbits  más  jóvenes  cargaban  las  espadas  que  habían  sacado  del
      túmulo, pero Frodo no disponía de otra arma que Dardo y llevaba oculta la cota
      de malla, como Bilbo se lo había pedido. Gandalf tenía su bastón, pero se había
      ceñido  a  un  costado  la  espada  élfica  que  llamaban  Glamdring,  hermana  de
      Orcrist, que descansa ahora sobre el pecho de Thorin bajo la Montaña Solitaria.
        Todos  fueron  bien  provistos  por  Elrond  con  ropas  gruesas  y  abrigadas,  y
      tenían chaquetas y mantos forrados de piel. Las provisiones y ropas de repuesto
      fueron cargadas en un poney, nada menos que la pobre bestia que habían traído
      de Bree.
        La  estadía  en  Rivendel  lo  había  transformado  de  un  modo  asombroso:  le
      brillaba el pelo y parecía haber recuperado todo el vigor de la juventud. Fue Sam
      quien  insistió  en  elegirlo,  declarando  que  Bill  (así  lo  llamaba  ahora)  se  iría
      consumiendo poco a poco si no lo llevaban con ellos.
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