Page 72 - El Señor de los Anillos
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dije?  No  piensas  lo  que  estás  diciendo.  Tirarlo  sería  una  equivocación.  Estos
      Anillos  saben  cómo  hacerse  encontrar.  En  malas  manos  podría  hacer  mucho
      daño. Y  lo  peor  de  todo es  que  podría  caer en  poder  del  enemigo.  En efecto,
      podría,  pues  es  el  Único  y  el  enemigo  está  ejerciendo  todo  su  poder  para
      encontrarlo o atraerlo.
        » Por supuesto, mi querido Frodo, tú estabas en peligro, cosa que me trastornó
      profundamente.  Pero  había  tanto  en  juego  que  tuve  que  arriesgarme,  aunque
      durante mi ausencia no paso un día sin que ojos vigilantes cuidaran la Comarca.
      Mientras no lo uses, no creo que el Anillo tenga algún efecto negativo sobre ti, o
      en todo caso no durante un tiempo. Recuerda que hace nueve años, cuando te vi
      por última vez, yo no sabía mucho.
        —Pero…  ¿por  qué  no  destruirlo?  Tendría  que  haber  sido  destruido  hace
      tiempo,  dijiste  —volvió  a  exclamar  Frodo—.  Si  me  hubieses  advertido,  o  me
      hubieses enviado un mensaje, yo lo hubiera destruido.
        —¿De veras? ¿Cómo? ¿Lo intentaste alguna vez?
        —No. Pero supongo que podría deshacerlo a martillazos o fundirlo.
        —¡Prueba! —dijo Gandalf—. ¡Prueba ahora!
      Frodo sacó de nuevo el Anillo y lo miró. Parecía liso y suave, sin ninguna marca
      visible. El oro era brillante y puro y Frodo admiró la hermosura y vivacidad del
      color y la perfección de la forma. Era admirable, una verdadera joya. Cuando lo
      sacó  del  bolsillo  había  pensado  en  arrojarlo  lejos,  a  la  parte  más  caliente  del
      fuego.  Comprobó  que  no  podía,  que  tenía  que  vencer  una  enorme  resistencia.
      Sopesó el Anillo en la mano, titubeando y tratando de recordar lo que Gandalf le
      había dicho y entonces, recurriendo a toda su voluntad, hizo un movimiento para
      arrojarlo a las llamas, y en seguida advirtió que había vuelto a guardarlo en el
      bolsillo. Gandalf rió torvamente.
        —¿Ves,  Frodo?  Tampoco  tú  puedes  deshacerte  de  él  ni  dañarlo.  Y  yo  no
      podría obligarte, sino por la fuerza, en cuyo caso te arruinaría la mente. Para
      acabar  con  el  Anillo,  de  nada  sirve  la  fuerza.  No  le  harías  daño  aunque  lo
      golpearas con un martillo pesado. Ni tus manos ni las mías podrían destruirlo.
        » Tu pequeño fuego apenas podría fundir el oro común. Este Anillo ha pasado
      ya por ese fuego y ni siquiera se calentó. No hay forja en la Comarca que pueda
      cambiarlo en lo más mínimo; aun los hornos y yunques de los enanos no podrían
      hacerle nada. Se ha dicho que el fuego de los dragones podía fundir y consumir
      los Anillos de Poder, pero no hay ahora ningún dragón que tenga ese fuego: ni
      siquiera Ancalagon el Negro podría dañar el Anillo Único, el Anillo Soberano,
      pues fue fabricado por el mismo Sauron.
        » Hay un solo camino: encontrar las Grietas del Destino, en las profundidades
      de  Orodruin,  la  Montaña  de  Fuego,  y  arrojar  allí  el  Anillo.  Esto  siempre  que
      quieras destruirlo de veras, e impedir que caiga en manos enemigas.
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