Page 264 - El Hobbit
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Allí en la puerta estaban Gandalf y un enano; y el enano no era otro que
Balin.
—¡Entrad! ¡Entrad! —dijo Bilbo, y pronto estuvieron sentados en sillas junto
al fuego.
Y si Balin advirtió que el chaleco del señor Bolsón era más ancho (y tenía
botones de oro auténtico), Bilbo advirtió también que la barba de Balin era varias
pulgadas más larga, y que él llevaba un magnífico cinturón enjoyado.
Se pusieron a hablar de los tiempos que habían pasado juntos, desde luego, y
Bilbo preguntó cómo iban las cosas por las tierras de la Montaña. Parecía que
iban muy bien. Bardo había reconstruido la ciudad de Valle, y muchos hombres
se le habían unido, hombres del Lago, y del Sur y el Oeste, y cultivaban el valle,
que era próspero otra vez, y en la Desolación de Smaug había pájaros y flores en
primavera, y fruta y festejos en otoño. Y la Ciudad del Lago había sido fundada
de nuevo, y era más opulenta que nunca, y muchas riquezas subían y bajaban
por el Río Rápido; y había amistad en aquellas regiones entre elfos y enanos y
hombres.
El viejo gobernador había tenido un mal fin. Bardo le había dado mucho oro
para que ayudara a la gente del Lago, pero era un hombre propenso a
contagiarse de ciertas enfermedades, y había sido atacado por el mal del dragón,
y apoderándose de la mayor parte del oro, había huido con él, y murió de
hambre en el Yermo, abandonado por sus compañeros.
—El nuevo gobernador es más sabio —dijo Balin—, y muy popular, pues a él
se atribuye mucha de la prosperidad presente. Las nuevas canciones dicen que
en estos días los ríos corren con oro.