Page 259 - El Hobbit
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Cuando el relato de los viajes concluyó, hubo otros cuentos, y todavía más,
      cuentos  de  antaño,  de  hogaño  y  de  ningún  tiempo,  hasta  que  Bilbo  cabeceó  y
      roncó cómodamente en un rincón. Despertó en un lecho blanco, y la luna entraba
      por  una  ventana  abierta.  Debajo  muchos  elfos  cantaban  en  voz  alta  y  clara  a
      orillas del arroyo.
        ¡Cantad regocijados, cantad ahora juntos!
        El viento está en las copas, y ronda en el brezal,
        los capullos de estrellas y la luna florecen,
        las ventanas nocturnas refulgen en la torre.
        ¡Bailad regocijados, bailad ahora juntos!
        ¡Que la hierba sea blanda y los pies como plumas!
        El río es plateado, y las sombras se borran,
        feliz el mes de mayo, y feliz nuestro encuentro.
        ¡Cantemos dulcemente, envolviéndolo en sueños!
        ¡Dejemos que repose y vámonos afuera!
        El vagabundo duerme; que la almohada sea blanda.
        ¡Arrullos! ¡Más arrullos! ¡De alisos y de sauces!
        ¡Pino, tú no suspires, hasta el viento del alba!
        ¡Luna, escóndete! Que haya sombra en la Tierra.
        ¡Silencio! ¡Silencio! ¡Roble, Fresno y Espino!
        ¡Que el agua calle hasta que apunte la mañana!
        —¡Bien, Pueblo Festivo! —exclamó Bilbo asomándose a la ventana—. ¿Qué
      hora es según la luna? ¡Vuestra nana podría despertar a un trasgo borracho! No
      obstante, os doy las gracias.
        —Y tus ronquidos podrían despertar a un dragón de piedra. No obstante, te
      damos las gracias —contestaron los elfos con una risa—. Está apuntando el alba,
      y has dormido desde el principio de la noche. Mañana, tal vez, habrás remediado
      tu cansancio.
        —Un sueño breve es un gran remedio en la casa de Elrond —dijo Bilbo—,
      pero  trataré  de  que  el  remedio  no  me  falte.  ¡Buenas  noches  por  segunda  vez,
      hermosos amigos! —y con estas palabras volvió al lecho y durmió hasta bien
      entrada la mañana.
        Pronto  perdió  toda  huella  de  cansancio  en  aquella  casa,  y  no  tardó  en
      bromear y bailar, tarde y temprano, con los elfos del valle. Sin embargo, aún
      este sitio no podía demorarlo por mucho tiempo más, y pensaba siempre en su
      propia casa. Al cabo pues de una semana, le dijo adiós a Elrond, y dándole unos
      pequeños regalos que el elfo no podía dejar de aceptar, se alejó cabalgando con
      Gandalf.
        Dejaban el valle, cuando el cielo se oscureció al oeste y sopló el viento y
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