Page 255 - El Hobbit
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Con todo, hacia la mitad del invierno, Gandalf y Bilbo habían dejado atrás los
lindes del Bosque, y volvieron a las puertas de la casa de Beorn; y allí se
quedaron una temporada. El invierno pasó con días agradables y alegres; y
hombres de todas partes vinieron a festejarlo invitados por Beorn.
Los trasgos de las Montañas Nubladas eran pocos, y se escondían
aterrorizados en los agujeros más profundos que podían encontrar; y los wargos
habían desaparecido de los bosques, de modo que los hombres iban de un lado a
otro sin temor. Beorn llegó a convertirse en el jefe de aquellas regiones y
gobernó una extensa tierra entre el bosque y las montañas, y se dice que durante
muchas generaciones los varones que él engendraba podían transformarse en
osos, y algunos se mostraron inflexibles y perversos, pero la mayor parte fue
como Beorn, aunque de menos tamaño y fuerza. En esos días, los últimos trasgos
fueron expulsados de las Montañas Nubladas y hubo una nueva paz en los límites
del Yermo.
Era primavera, y una hermosa primavera con aires tempranos y un sol
brillante, cuando Bilbo y Gandalf se despidieron al fin de Beorn; y aunque
anhelaba volver al hogar, Bilbo partió con pena, pues las flores de los jardines de
Beorn eran en primavera no menos maravillosas que en pleno verano.
Al fin ascendieron por el largo camino y alcanzaron el paso donde los trasgos
los habían capturado antes. Pero llegaron a aquel sitio elevado por la mañana, y
mirando hacia atrás vieron un sol blanco que brillaba sobre la vastedad de la
Tierra. Allá atrás se extendía el Bosque Negro, azul en la distancia, y
oscuramente verde en el límite más cercano, aún en los días primaverales. Allá,
bien lejos, se alzaba la Montaña Solitaria, apenas visible. En el pico más alto
todavía brillaba pálida la nieve.