Page 250 - El Hobbit
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Entonces Bilbo se volvió, y se fue solo; y se sentó fuera arropado con una
manta, y aunque quizá no lo creáis, lloró hasta que se le enrojecieron los ojos y
se le enronqueció la voz. Era un alma bondadosa, y pasó largo tiempo antes de
que tuviese ganas de volver a bromear. « Ha sido un acto de misericordia» , se
dijo al fin, « que haya despertado cuando lo hice. Desearía que Thorin estuviese
vivo, pero me alegro de que partiese en paz. Eres un tonto, Bilbo Bolsón, y lo
trastornaste todo con ese asunto de la piedra; y al fin hubo una batalla a pesar de
que tanto te esforzaste en conseguir paz y tranquilidad, aunque supongo que nadie
podrá acusarte por eso» .
Todo lo que sucedió después de que lo dejasen sin sentido, Bilbo lo supo más
tarde; pero sintió entonces más pena que alegría, y ya estaba cansado de la
aventura. El deseo de viajar de vuelta al hogar lo consumía. Eso, sin embargo, se
retrasó un poco, de modo que entre tanto os relataré algo de lo que ocurrió. Las
tropas de trasgos habían despertado hacía tiempo la sospecha de las Águilas, a
cuya atención no podía escapar nada que se moviera en las cimas. De modo que
ellas también se reunieron en gran número alrededor del Águila de las Montañas
Nubladas; y al fin, olfateando el combate, habían venido deprisa, bajando con la
tormenta en el momento crítico. Fueron ellas quienes desalojaron de las laderas
de la montaña a los trasgos que chillaban desconcertados, arrojándolos a los
precipicios, o empujándolos hacia los enemigos de abajo. No pasó mucho tiempo
antes de que hubiesen liberado la Montaña Solitaria, y los elfos y hombres de
ambos lados del valle pudieron por fin bajar a ayudar en el combate.
Pero aun incluyendo a las Águilas, los trasgos los superaban en número. En
aquella última hora el propio Beorn había aparecido; nadie sabía cómo o de
dónde. Había llegado solo, en forma de oso; y con la cólera parecía ahora más
grande de talla, casi un gigante.
El rugir de la voz de Beorn era como tambores y cañones; y se abría paso
echando a los lados lobos y trasgos como si fueran pajas y plumas. Cayó sobre la
retaguardia, y como un trueno irrumpió en el círculo. Los enanos se mantenían
firmes en una colina baja y redonda. Entonces Beorn se agachó y recogió a
Thorin, que había caído atravesado por las lanzas, y lo llevó fuera del combate.
Retornó enseguida, con una cólera redoblada, de modo que nada podía
contenerlo y ningún arma parecía hacerle mella. Dispersó a la guardia, arrojó al
propio Bolgo al suelo, y lo aplastó. Entonces el desaliento cundió entre los trasgos,
que se dispersaron en todas direcciones. Pero esta nueva esperanza alentó a los
otros, que los persiguieron de cerca, y evitaron que la mayoría buscara cómo
escapar. Empujaron a muchos hacia el Río Rápido, y así huyesen al sur o al
oeste, fueron acosados en los pantanos próximos al Río del Bosque; y allí pereció
la mayor parte de los últimos fugitivos, y quienes se acercaron a los dominios de