Page 253 - El Hobbit
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de los enanos no puede ser tomada por sorpresa. Allí Dain hijo de Nain vivió
desde entonces, y se convirtió en Rey bajo la Montaña; y con el tiempo muchos
otros enanos vinieron a reunirse alrededor del trono, en los antiguos salones. De
los doce compañeros de Thorin, quedaban diez. Fili y Kili habían caído
defendiéndolo con el cuerpo y los escudos, pues era el hermano mayor de la
madre de ellos. Los otros permanecieron con Dain, que administró el tesoro con
justicia.
No hubo, desde luego, ninguna discusión sobre la división del tesoro en tantas
partes como había sido planeado, para Balin y Dwalin, y Dori y Nori y Ori, y
Oin y Gloin, y Bifur y Bofur y Bombur, o para Bilbo. Con todo, una catorceava
parte de toda la plata y oro, labrada y sin labrar, se entregó a Bardo pues Dain
comentó: —Haremos honor al acuerdo del muerto, y él custodia ahora la Piedra
del Arca.
Aún una catorceava parte era una riqueza excesiva, más grande que la de
muchos reyes mortales. De aquel tesoro, Bardo envió gran cantidad de oro al
gobernador de la Ciudad del Lago; y recompensó con largueza a seguidores y
amigos. Al Rey de los Elfos le dio las esmeraldas de Girion, las joyas que él más
amaba, y que Dain le había devuelto.
A Bilbo le dijo: —Este tesoro es tanto tuyo como mío, aunque antiguos
acuerdos no puedan mantenerse, ya que tantos intervinieron en ganarlo y en
defenderlo. Pero aun cuando dijiste que renunciarías a toda pretensión, desearía
que las palabras de Thorin, de las cuales se arrepintió, no resultasen ciertas: que
te daríamos poco. Te recompensaré más que a nadie.
—Muy bondadoso de tu parte —dijo Bilbo—. Pero realmente es un alivio
para mí. Cómo demonios podría llevar ese tesoro a casa sin que hubiera peleas y
crímenes todo a lo largo del camino, no lo sé. Y no sé qué haría con ese tesoro
una vez en casa. En tus manos estará mejor.
Por último accedió a tomar sólo dos pequeños cofres, uno lleno de plata y el
otro lleno de oro, que un poney fuerte podría cargar.
—Un poco más y no sabría qué hacer con él —dijo.
Por fin llegó el momento de despedirse. —¡Adiós, Balin! —exclamó—. ¡Y
adiós, Dwalin; y adiós, Dori, Nori, Ori, Oin, Gloin, Bifur, Bofur y Bombur! ¡Que
vuestras barbas nunca crezcan ralas! —Y volviéndose hacia la Montaña añadió
—: ¡Adiós, Thorin Escudo de Roble! ¡Y Fili y Kili! ¡Que nunca se pierda vuestra
memoria!
Entonces los enanos se inclinaron profundamente ante la Puerta, pero las
palabras se les trabaron en las gargantas. —¡Adiós y buena suerte, dondequiera
que vayas! —dijo Balin al fin—. Si alguna vez vuelves a visitarnos, cuando
nuestros salones estén de nuevo embellecidos, entonces ¡el festín será realmente
espléndido!
—¡Si alguna vez pasáis por mi camino —dijo Bilbo—, no dudéis en llamar! El