Page 257 - El Hobbit
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La última jornada
E ra el primer día de mayo cuando los dos regresaron por fin al borde del valle
de Rivendel, donde se alzaba la última (o la Primera) Morada. De nuevo caía la
tarde, los poneys se estaban cansando, en especial el que transportaba los bultos,
y todos necesitaban algún reposo. Mientras descendían el empinado sendero,
Bilbo oyó a los elfos que cantaban todavía entre los árboles, como si no hubiesen
callado desde que él estuviera allí hacía tiempo, y tan pronto como los jinetes
bajaron a los claros inferiores del bosque, las voces entonaron una canción muy
parecida a la de aquel entonces. Era algo así:
¡El dragón se ha marchitado,
le han destrozado los huesos,
y le han roto la armadura,
y el brillo le han humillado!
aunque la espada se oxide,
y la corona perezca,
con una fuerza inflexible
y bienes atesorados,
aún crecen aquí las hierbas,
aún el follaje se mece,
el agua blanca se mueve,
y cantan las voces élficas.
¡Venid! ¡Tra-la-la-valle!
¡Venid de vuelta al valle!