Page 262 - El Hobbit
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pues la mayor parte del tiempo avanzaron a pie. Pero la tierra era verde y había
mucha hierba por la que el hobbit paseaba contento. Se enjugaba el rostro con un
pañuelo de seda roja —¡no!, no había conservado uno solo de los suyos, y éste se
lo había prestado Elrond—, pues ahora junio había traído el verano, y el tiempo
era otra vez cálido y luminoso.
Como todas las cosas llegan a término, aún esta historia, un día divisaron al fin
el país donde Bilbo había nacido y crecido, donde conocía las formas de la tierra
y los árboles tanto como sus propias manos y pies. Alcanzó a otear la Colina a lo
lejos, y de repente se detuvo y dijo:
Los caminos siguen avanzando,
sobre rocas y bajo árboles,
por cuevas donde el sol no brilla,
por arroyos que el mar no encuentran,
sobre las nieves que el invierno siembra,
y entre las flores alegres de junio,
sobre la hierba y sobre la piedra,
bajo los montes a la luz de la luna.
Los caminos siguen avanzando
bajo las nubes, y las estrellas,
pero los pies que han echado a andar
regresan por fin al hogar lejano.
Los ojos que fuegos y espadas han visto,
y horrores en salones de piedra,
miran al fin las praderas verdes,
colinas y árboles conocidos.
Gandalf lo miró. —¡Mi querido Bilbo! —dijo—. ¡Algo te ocurre! No eres el
hobbit que eras antes.
Y así cruzaron el puente y pasaron el molino junto al río, y llegaron a la
mismísima puerta de Bilbo.
—¡Bendita sea! ¿Qué pasa? —gritó el hobbit.
Había una gran conmoción, y gente de toda clase, respetable, y no
respetable, se apiñaba junto a la puerta, y muchos entraban y salían, y ni siquiera
se limpiaban los pies en el felpudo, como Bilbo observó disgustado.
Si él estaba sorprendido, ellos lo estuvieron más. ¡Había llegado de vuelta en
medio de una subasta! Había una gran nota en blanco y rojo en la verja,
manifestando que el veintidós de junio los señores Cavada, Cavada, y
Madriguera sacarían a subasta los efectos del finado señor don Bilbo Bolsón, de
Bolsón Cerrado, Hobbiton. La venta comenzaría a las diez en punto. Era casi la
hora del almuerzo, y muchas de las cosas ya habían sido vendidas, a distintos
precios, desde casi nada hasta viejas canciones (como no es raro en las subastas).
Los primos de Bilbo, los Sacovilla Bolsón, estaban en verdad muy atareados