Page 260 - El Hobbit
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empezó a llover.
—¡Alegres días de mayo! —dijo Bilbo cuando la lluvia le golpeó la cara—.
Pero hemos vuelto la espalda a muchas leyendas y estamos llegando a casa.
Supongo que esto es el primer sabor del hogar.
—Hay un largo camino —dijo Gandalf.
—Pero es el último camino —dijo Bilbo.
Llegaron al río que señalaba el límite del Yermo, y al vado bajo la orilla
escarpada que quizá recordéis.
El agua había crecido con el deshielo de las nieves (pues el verano estaba
próximo) y con el largo día de lluvia; pero al fin lo cruzaron luego de algunas
dificultades y continuaron marchando mientras caía la tarde; era la última
jornada.
Ésta fue parecida a la primera, pero ahora la compañía era más reducida, y
más silenciosa; además esta vez no hubo trolls. En cada punto del camino Bilbo
rememoraba los hechos y palabras de hacía un año —a él le parecían más de
diez— y por supuesto, reconoció enseguida el lugar donde el poney había caído
al río, y donde habían dejado atrás aquella desagradable aventura con Tom,
Berto y Guille.
No lejos del camino encontraron el oro enterrado de los trolls, aún oculto e
intacto.
—Tengo bastante para toda la vida —dijo Bilbo cuando lo desenterraron—.
Sería mejor que lo tomases tú, Gandalf. Quizá puedas encontrarle alguna utilidad.
—¡Desde luego que puedo! —dijo el mago—. ¡Pero dividámoslo en partes
iguales! Puedes encontrarte con necesidades inesperadas.