Page 1162 - El Señor de los Anillos
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Prohibición y declaró que la vida de los Eldar le pertenecía por derecho. Así, la
      sombra creció y el pensamiento de la muerte oscurecía el corazón de la gente.
      Entonces  los  Númenóreanos  se  dividieron:  por  una  parte,  estaban  los  Reyes  y
      quienes  los  seguían,  y  se  apartaron  de  los  Eldar  y  los  Valar;  por  la  otra,  unos
      pocos  que  se  llamaron  a  sí  mismos  los  Fieles.  Vivían  casi  todos  al  oeste  de  la
      tierra.
        Los Reyes y sus seguidores fueron abandonando poco a poco el empleo de
      las  lenguas  Eldarin;  y  por  último  el  vigésimo  Rey  tomó  un  nombre  real  de  la
      lengua  Númenóreana,  y  se  llamó  a  sí  mismo  Ar-Adûnakhôr,  "Señor  del
      Occidente". Esto les pareció a los Fieles de mal agüero, porque hasta entonces
      sólo le habían dado ese título a uno de los Valar, o al mismo Rey Antiguo. Y, en
      verdad,  Ar-Adûnakhôr  empezó  a  perseguir  a  los  Fieles  y  a  castigar  a  los  que
      empleaban  las  lenguas  élficas  abiertamente;  y  los  Eldar  ya  no  fueron  a
      Númenor.
        No  obstante,  el  poder  y  la  riqueza  de  los  Númenóreanos  siguieron
      aumentando, pero la edad que alcanzaban fue decreciendo a medida que crecía
      el  temor  a  la  muerte,  y  la  alegría  los  abandonó.  Tar-Palantir  intentó  poner
      remedio al mal; pero era demasiado tarde, y en Númenor hubo rebelión y lucha.
      Cuando murió, su sobrino, jefe de la rebelión, se apoderó del cetro y se convirtió
      en el Rey Ar-Pharazôn. Ar-Pharazôn el Dorado fue el más orgulloso y poderoso
      de todos los Reyes, y no deseaba nada menos que llegar a gobernar el mundo.
        Decidió desafiar a Sauron el Grande por el dominio de la Tierra Media; y por
      fin él mismo se hizo a la mar en un gran navío y desembarcó en Umbar. Tan
      grandes  eran  los  Númenóreanos  en  poderío  y  esplendor  que  los  propios
      servidores de Sauron lo abandonaron; y Sauron se humilló rindiendo honores y
      pidiendo clemencia.
        Entonces Ar-Pharazôn, en la locura de su orgullo, lo llevó como prisionero a
      Númenor. No transcurrió mucho tiempo antes de que Sauron hechizara al Rey y
      dominara  a  los  consejeros  y  pronto  cambió  el  corazón  de  todos  los
      Númenóreanos,  excepto  los  que  quedaban  de  los  Fieles,  y  los  arrastró  a  la
      oscuridad.
        Y Sauron le mintió al Rey, diciéndole que la vida sempiterna sería de quien se
      apoderara  de  las  Tierras  Imperecederas,  y  que  la  Prohibición  había  sido
      impuesta sólo para impedir que los Reyes de los Hombres superaran a los Valar.
        —Pero los grandes Reyes toman lo que les pertenece por derecho —dijo.
        Por fin Ar-Pharazôn escuchó este consejo, porque sentía la mengua de sus
      días y el temor de la Muerte le impedía todo otro pensamiento. Preparó entonces
      las más grandes fuerzas que nunca hubiera visto el mundo, y cuando todo estuvo
      dispuesto,  hizo  resonar  las  trompetas  y  se  hizo  a  la  mar;  y  quebrantó  la
      Prohibición de los Valar, yendo a hacer la guerra para arrancarles a los Señores
      de Occidente la vida sempiterna. Pero cuando Ar-Pharazôn puso pie en las costas
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