Page 285 - El Señor de los Anillos
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me hayas hecho venir de tan lejos sólo para fatigarme los oídos".
» Saruman me miró de soslayo, e hizo una pausa, reflexionando.
» "Bueno, ya veo que este sabio camino no te parece recomendable", dijo.
"¿No todavía? ¿No si pudiésemos arbitrar otros medios mejores?"
» Se acercó y me puso una larga mano sobre el brazo.
» "¿Y por qué no, Gandalf?", murmuró. "¿Por qué no? ¿El Anillo Soberano? Si
pudiéramos tenerlo, el Poder pasaría a nosotros. Por eso en verdad te hice venir.
Pues tengo muchos ojos a mi servicio y creo que sabes dónde está ahora ese
precioso objeto, ¿no es así? ¿Por qué si no, preguntan los Nueve por la Comarca,
y qué haces tú en ese sitio?"
» Y mientras esto decía una codicia que no pudo ocultar le brilló de pronto en
los ojos.
» "Saruman", le dije, apartándome de él, "sólo una mano por vez puede llevar
el Único, como tú sabes, ¡de modo que no te molestes en decir nosotros! Pero no
te lo daré, no, ni siquiera te daré noticias sobre él, ahora que sé lo que piensas.
Eras jefe del Concilio, pero al fin te sacaste la máscara. Bueno, las posibilidades
son, parece, someterme a Sauron, o a ti. No me interesa ninguna de las dos. ¿No
tienes otra cosa que ofrecerme?"
"Sí", dijo. "No esperé que mostraras mucha sabiduría, ni aun para tu propio
beneficio, pero te di la posibilidad de que me ayudaras por tu propia voluntad,
evitándote así dificultades y sinsabores. La tercera solución es que te quedes aquí,
hasta el fin".
» "¿Hasta el fin?"
» "Hasta que me reveles dónde está el Único. Puedo encontrar medios de
persuadirte. O hasta que se lo encuentre, a pesar de ti, y el Soberano tenga
tiempo para asuntos de importancia menor: pensar por ejemplo cómo retribuir
adecuadamente a Gandalf el Gris por tantos estorbos e insolencias." » "Quizá no
sea ese un asunto de importancia menor", dije, pero Saruman se rió de mí, pues
mis palabras no tenían ningún sentido, y él lo sabía.
—Me tomaron y me encerraron solo en lo más alto de Orthanc, en el sitio donde
Saruman acostumbraba mirar las estrellas. No hay otro modo de descender que
por una estrecha escalera de muchos miles de escalones y parece que el valle
estuviera muy lejos allá abajo. Lo miré y vi que la hierba y la hermosura de otro
tiempo habían desaparecido y que ahora había allí pozos y fraguas. Lobos y
orcos habitaban en Isengard, pues Saruman estaba alistando una gran fuerza y
emulando a Sauron, aún no a su servicio. Sobre todas aquellas fraguas flotaba un
humo oscuro que se apretaba contra los flancos de Orthanc. Yo estaba solo en
una isla rodeada de nubes; no tenía ninguna posibilidad de escapar y mis días
eran de amargura. Me sentía traspasado de frío y tenía poco espacio para
moverme y me pasaba las horas cavilando sobre la llegada de los Jinetes del