Page 288 - El Señor de los Anillos
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nacido en la mañana del mundo. Los caballos de los Nueve no podrían competir
con él: incansable, rápido como el soplo del viento. Sombragrís lo llaman.
Durante el día el pelo le reluce como plata y de noche es como una sombra y
pasa inadvertido. Tiene el paso leve. Nunca un hombre lo había montado antes,
pero yo lo tomé y lo domé y me llevó tan rápidamente que yo ya había llegado
a la Comarca cuando Frodo estaba aún en los Túmulos, aunque salí de Rohan
cuando él dejaba Hobbiton.
» Pero el miedo crecía en mí mientras cabalgaba. A medida que iba hacia el
Norte me llegaban noticias de los Jinetes y aunque les ganaba terreno día a día,
siempre estaban delante de mí. Habían dividido las fuerzas, supe; algunas
quedaron en las fronteras del este, no lejos del Camino Verde y otras invadieron
la Comarca desde el sur. Llegué a Hobbiton y Frodo ya había partido, pero
cambié unas palabras con el viejo Gamyi. Demasiadas palabras y pocas
pertinentes. Tenía mucho que decirme de los defectos que afligían a los nuevos
propietarios de Bolsón Cerrado.
» "No soporto los cambios", dijo, "no a mi edad y menos aún los cambios
para peor. Cambios para peor", repitió varias veces.
» "Peor es fea palabra", le dije, "y espero que no vivas para verlo".
» Pero entre toda esta charla alcancé a oír al fin que Frodo había dejado
Hobbiton una semana antes y que un jinete Negro había visitado la loma esa
misma noche. Me alejé al galope, asustado. Llegué a Los Gamos y lo encontré
alborotado, activo como un hormiguero que ha sido removido con una vara. Fui a
Cricava y la casa estaba abierta y vacía, pero en el umbral encontré una capa
que había sido de Frodo. Entonces y por un tiempo perdí toda esperanza; no me
quedé a recoger noticias, que me hubiesen aliviado, y corrí tras las huellas de los
Jinetes. Eran difíciles de seguir, pues se separaban en muchas direcciones, y al
fin me desorienté. Me pareció que uno o dos habían ido hacia Bree y allá fui yo
también, pues se me habían ocurrido unas palabras que quería decirle al
posadero.
» "Mantecona lo llaman", pensé. "Si es culpable de esta demora, le derretiré
toda la manteca, asándolo a fuego lento a ese viejo tonto."
» El no esperaba menos, pues cuando me vio cayó redondo al suelo y
comenzó a derretirse allí mismo.
—¿Qué le hiciste? —gritó Frodo, alarmado—. Fue realmente muy amable
con nosotros e hizo todo lo que pudo.
Gandalf rió.
—¡No temas! —dijo—. No muerdo y ladré pocas veces. Tan contento estaba
yo con las noticias que le saqué, cuando se le fueron los temblores, que abracé al
buen hombre. Yo no entendía cómo habían pasado las cosas, pero supe que
habías estado en Bree la noche anterior y que esa misma mañana habías partido
con Trancos.