Page 291 - El Señor de los Anillos
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Erestor—. ¿No tomaría él el Anillo guardándolo allí, inofensivo para siempre?
—No —dijo Gandalf—, no voluntariamente. Lo haría si la gente libre del
mundo llegara a pedírselo, pero no entendería nuestras razones. Y si le diésemos
el Anillo, lo olvidaría pronto, o más probablemente lo tiraría. No le interesan estas
cosas. Sería el más inseguro de los guardianes y esto solo es respuesta suficiente.
—De cualquier modo —dijo Glorfindel— enviarle el Anillo sería sólo
posponer el día de la sentencia. Vive muy lejos. No podríamos llevárselo sin que
nadie sospechara, sin que nos viera algún espía. Y aunque fuese posible, tarde o
temprano el Señor de los Anillos descubriría el escondite y volcaría allí todo su
poder. ¿Bombadil solo podría desafiar todo ese poder? Creo que no. Creo que al
fin, si todo lo demás es conquistado, Bombadil caerá también, el Último, así
como fue el Primero y luego vendrá la noche.
—Poco sé de Iarwain excepto el nombre —dijo Galdor—, pero Glorfindel,
pienso, tiene razón. El poder de desafiar al enemigo no está en él, a no ser que
esté en la tierra misma. Y sabemos sin embargo que Sauron puede torturar y
destruir las colinas. El poder que todavía queda está aquí entre nosotros, en
Imladris, o en Cirdan de los Puertos, o en Lórien. ¿Pero tienen ellos la fuerza,
tendremos nosotros la fuerza de resistir al enemigo, la llegada de Sauron en los
últimos días, cuando todo lo demás ya haya sido dominado?
—Yo no tengo la fuerza —dijo Elrond—, ni tampoco ellos.
—Entonces si la fuerza no basta para mantener el Anillo fuera del alcance del
enemigo —dijo Glorfindel— sólo nos queda intentar dos cosas: llevarlo al otro
lado del mar, o destruirlo.
—Pero Gandalf nos ha revelado que los medios de que nosotros disponemos
no podrían destruirlo —dijo Elrond—. Y aquellos que habitan más allá del mar no
lo recibirán: para mal o para bien pertenece a la Tierra Media. El problema
tenemos que resolverlo nosotros, los que aún vivimos aquí.
—Entonces —dijo Glorfindel— arrojémoslo a las profundidades y que las
mentiras de Saruman sean así verdad. Pues es claro que aun en el Concilio ha
venido siguiendo un camino tortuoso. Sabía que el Anillo no se había perdido para
siempre, pero deseaba que nosotros lo creyéramos, pues ya estaba codiciándolo.
La verdad se oculta a veces en la mentira. Estaría seguro en el mar.
—No seguro para siempre —dijo Gandalf—. Hay muchas cosas en las aguas
profundas y los mares y las tierras pueden cambiar. Y nuestra tarea aquí no es
pensar en una estación, o en unas pocas generaciones de hombres, o en una
época pasajera del mundo. Tenemos que buscar un fin definitivo a esta amenaza,
aunque no esperemos encontrarlo.
—No lo encontraremos en los caminos que van al mar —dijo Galdor—. Si se
cree que llevárselo a Iarwain es demasiado peligroso, en la huida hacia el mar
hay ahora un peligro mucho mayor. El corazón me dice que Sauron esperará que
tomemos el camino del oeste, cuando se entere de lo ocurrido. Se enterará