Page 283 - El Señor de los Anillos
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—No pude seguirlo en ese momento. Yo había viajado mucho ese día y me
sentía tan cansado como el caballo y tenía que pensar algunas cosas. Pasé la
noche en Bree y decidí que no tenía tiempo de regresar a la Comarca. ¡Nunca
cometí mayor error!
» No obstante, le escribí una nota a Frodo y le pedí a mi amigo el posadero
que se la enviase. Me alejé a caballo al amanecer y al cabo de una larga marcha
llegué a la morada de Saruman. Esta se encuentra lejos en el sur, en Isengard,
donde terminan las Montañas Nubladas, no lejos de la Quebrada de Rohan. Y
Boromir os dirá que se trata de un gran valle abierto entre las Montañas Nubladas
y las estribaciones septentrionales de Ered Nimrais, las Montañas Blancas de su
país. Pero Isengard es un círculo de rocas desnudas que rodea un valle, como un
muro, y en medio de ese valle hay una torre de piedra llamada Orthanc. No fue
edificada por Saruman, sino por los Hombres de Númenor, en otra época; y es
muy elevada y tiene muchos secretos; sin embargo no parece ser obra de
verdaderos artesanos. Para llegar a ella hay que atravesar necesariamente el
círculo de Isengard y en ese círculo hay sólo una puerta.
» Tarde, una noche llegué a esa puerta, como un arco amplio en la pared de
roca y muy custodiada. Pero los guardias de la puerta ya habían sido prevenidos
y me dijeron que Saruman estaba esperándome. Pasé bajo el arco y la puerta se
cerró en silencio a mis espaldas y de pronto tuve miedo, aunque no supe por qué.
» Seguí a caballo hasta la torre y tomé la escalera que llevaba a Saruman y
allí él salió a mi encuentro y me condujo a una cámara alta. Llevaba puesto un
anillo en el dedo.
» "Así que has venido, Gandalf", me dijo gravemente; pero parecía tener una
luz blanca en los ojos, como si ocultara una risa fría en el corazón.
» "Sí, he venido", dije. "He venido a pedir ayuda, Saruman el Blanco", y me
pareció que este título lo irritaba.
» "¡Qué me dices, Gandalf el Gris!", se burló. "¿Ayuda? Pocas veces se ha
oído que Gandalf el Gris pidiera ayuda, alguien tan astuto y tan sabio, que va de
un lado a otro por las tierras, metiéndose en todos los asuntos, le conciernan o no."
» Lo miré asombrado.
» "Pero si no me engaño", dije, "hay cosas ahora que requieren la unión de
todas nuestras fuerzas".
» "Es posible", me dijo, "pero este pensamiento se te ha ocurrido tarde.
¿Durante cuánto tiempo, me pregunto, estuviste ocultándome, a mí, cabeza del
Concilio, un asunto de la mayor gravedad? ¿Qué te trae de tu escondite en la
Comarca?".
» "Los Nueve han salido otra vez", respondí. "Han cruzado el Río. Así me dijo
Radagast."
» "¡Radagast el Pardo!", rió Saruman y no ocultó su desprecio. "¡Radagast, el