Page 351 - El Señor de los Anillos
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Thorin le había dado. Me pregunto qué se habrá hecho de ella. Todavía juntando
polvo en el museo de Cavada Grande, me imagino.
—¿Qué? —exclamó Gimli de pronto, saliendo de su silencio—. ¿Una cota de
plata de Moria? ¡Un regalo de rey!
—Sí —continuó Gandalf—. Nunca se lo dije, pero vale más que la Comarca
entera y todo lo que en ella hay.
Frodo no dijo nada, pero metió la mano bajo la túnica y tocó los anillos de la
camisa. Se le confundía la cabeza pensando que había ido de un lado a otro
llevando el valor de la Comarca bajo la chaqueta. ¿Lo había sabido Bilbo? Estaba
seguro de que Bilbo lo sabía muy bien. Era en verdad un regalo de rey. Pero
ahora ya no pensaba en las minas oscuras, pues se había acordado de Rivendel y
de Bilbo, y luego de Bolsón Cerrado en los días en que Bilbo vivía todavía allí.
Deseó de todo corazón estar de vuelta, en aquellos días de antes, segando la
hierba, o paseando entre las flores, y no haber oído hablar de Moria, o del mithril,
o del Anillo.
Siguió un profundo silencio. Uno a uno los otros fueron durmiéndose. Como un
soplo que venía de las profundidades, cruzando puertas invisibles, el miedo
envolvió a Frodo. Tenía las manos frías y la frente transpirada. Escuchó,
prestando atención durante dos lentas horas, pero no oyó ningún sonido, ni
siquiera el eco imaginario de unos pasos.
La guardia de Frodo había concluido casi, cuando allá lejos, donde suponía
que se alzaba el arco oriental, creyó ver dos pálidos puntos de luz, casi como ojos
luminosos. Se sobresaltó. Había estado cabeceando. « Poco faltó para que me
quedara dormido en plena guardia» , pensó. « Ya empezaba a soñar.» Se
incorporó y se frotó los ojos y se quedó de pie, espiando la oscuridad, hasta que
Legolas lo relevó.
Cuando se acostó se quedó dormido en seguida, pero tuvo la impresión de que el
sueño continuaba: oía murmullos y vio que los pálidos puntos de luz se acercaban
lentamente. Despertó y vio que los otros estaban hablando en voz baja muy
cerca y que una luz débil le caía en la cara. Muy arriba, sobre el arco del este, un
rayo de luz largo y pálido asomaba en una abertura de la bóveda, y en el otro
extremo del recinto la luz resplandecía también débil y distante entrando por el
arco del norte.
Frodo se sentó.
—¡Buen día! —le dijo Gandalf—. Pues al fin es de día. No me equivoqué.
Estamos muy arriba en el lado este de Moria. Antes que termine la jornada
tenemos que encontrar las Grandes Puertas y ver las aguas del Lago Espejo en el
Valle del Arroyo Sombrío ante nosotros.