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LXIV
     SIEN EN
  [Sergio Gareca (Oruro)]
Es interesante que siempre está colgada la pregunta de quién es el poeta más maldito; pregunta amplificada y multiplicada. ¿Quién es el poeta maldito de Perú, de México, de Bolivia? Pero hasta el día de hoy nunca he sabido de alguien que pregunte ¿Quién es el poeta más cholo de cada país? Como si no tuvieran en cada rincón de la tierra también su cholo proceder; y como si la choledad no fuera, de por sí, también, una maldición, autóctona y de exportación. Y hay un fundador ineludible de ese cholaje. Ese señor es César Vallejo. Padre Dolor.
CHOLO SOLO HAY UNO
TETRALÉCTICA EN LA POESÍA DE CESAR VALLEJO
Al final son sólo categorías que más pertenecen a la animación, tipo dj de la fiesta de la poesía, para ir arengando: que levanten la mano, ¿dónde están los solteros, los maldi- tos, los coloquiales, los barrocos y, en este caso, los cholos?
Personalmente, le debo mucho a Trilce en su herencia experimental y formal. Leer Tril- ce es asistir a un acontecimiento que trasciende todo el lenguaje y agradezco la opor- tunidad de releer la herencia, el dolor y sentir mi corazón palpitar con fuerza por estos poemas tan potentes y meritorios.
En el sorteo de la vida me tocó leer el poema LXIV, con lo cual me siento premiado.
Pero antes de hablar de cualquier poema es importante entender que TRILCE (1922), tiene códigos al respecto de una visión numerológica de Vallejo y es uno de los núcleos más importantes de todo el libro.
Ya en LOS HERALDOS NEGROS (1918-1919), Vallejo tiene un gran problema y ese pro- blema es Dios. Le molesta sobre todo la cualidad de su infinitud; en contraposición con la finitud de la vida. Como dos antípodas de una realidad incomprensible. Su madre y su hermano (muertos ambos) acaban, son finitos y Dios no se acaba, es infinito. Pero él, Vallejo no forma parte ni de lo uno ni de lo otro. Es como el sobrante de ese juego de contrarios. Por eso TRILCE es la continuidad de esta primera intuición del número 2, la paridad, la dualidad, la contradicción.
En el poema V, para dar una idea de estos códigos, se hace la primera referencia a una dicotomía: “dicotiledón” y “bicardiaco”. Dos elementos y dos corazones. Vallejo recono- ce la existencia de dos voces, una voz activa, que se esfuerza por callar y una voz pasiva. En el ejercicio de la numerología el “1” equivale a la voz activa y el “0” la voz pasiva pero más intensa, la voz de lo que se calla y que desde luego es la que amenaza con colapsar, desbordar a la infinitud del uno con su inmenso vacío.
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