Page 68 - Casados o Cansados
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instruye y al final de la clase te pide de favor que le prepares un vaso de
té, es feo que pidas una recompensa a cambio, ya que él te da tanto que
por supuesto se merece que le respetes y le honres cumpliendo su
voluntad.
A eso se refirió la Torá cuando nos ordenó "honrarás a tu padre y
a tu madre" respetándolos, brindándoles el Kavod y el reconocimiento
que merecen sin que haya interés alguno de por medio al igual que ellos
nos han rodeado siempre de un amor incondicional.
En la vida en pareja también sucede lo mismo ya que de la misma
forma que debemos honrar a D-os por todo lo que Te dio al igual que a
tus maestros y padres debes respetar por todo lo material y espiritual
que te entregaron, también a tu pareja debes rendirle honor y respeto sin
exigir nada a cambio, teniendo siempre presente el bien que te hace.
Dicen nuestros sabios que un invitado mal educado es aquel que
piensa que el anfitrión no hizo nada de especial para él, sino que
simplemente agregó dos papas y un huevo por él a la dafina, pero un
buen invitado siempre piensa que todo lo que hizo el anfitrión no lo
hizo sino por él, por lo tanto le debe las gracias. Esa es la diferencia
entre un buen marido y una buena esposa que siempre piensan que todo
lo que uno hace por el otro es mediante el esfuerzo y la voluntad de
complacerse, por lo tanto, deben honrarse y corresponderse
mutuamente.
Eso me recuerda la famosa anécdota del Hafetz Haim quien
después de que su primera esposa falleció se casó por segunda vez. La
segunda esposa era un poco distinta de la primera –tenía un poquito
más de carácter-, en Sucot, el Hafetz Haim construyó solo su sucá como
todos los años en el mismo lugar. Al finalizar vino la nueva esposa y le
dijo: -"querido esposo me parece que la sucá quedaría mejor detrás de
la casa y no aquí. El Hafetz Haim, a pesar de su avanzada edad,
desmontó la sucá y la construyó donde ella le pidió. Al dar por
terminada la instalación de la Sucá, la mujer se le acercó y le dijo: -
"¿sabes querido esposo?, tenías razón, allá estaba mejor, por favor, si no
te molesta, vuelve a construirla allá". Un marido común y corriente, de
la rabia que sentiría convertiría a su esposa en un adorno de la sucá,
pero no un esposo como el Hafetz Haim que sabía acerca de la
obligación de honrar y complacer a la pareja.