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AMADÍS DE GAULA
hallaría hombre otro tal caballero como el Rey;
pero yo no seré caballero sino de vuestra mano.
—Pues que así quieres —dijo Amadís— así sea,
e faz lo que te digo.
A cabo de tres días que los reales se asen-
taron, el emperador Patín se aquejaba mucho por-
que la batalla se diese; Amadís e Agrajes e don
Cuadragante e todos los otros caballeros asimesmo
aquejaban mucho al rey Perión que la batalla se
diese e que Dios fuese juez de la verdad. Pues el
Rey no lo quería menos que todos, mas habíalo de-
tenido hasta que las cosas estoviesen en disposi-
ción cual convenía, e luego mandaron apregonar que
todos al alba del día oyesen misa e se armasen, e
cada gente acudiese a su capitán, porque la batalla
se daría luego, e asimesmo se fizo por los contra-
rios, que luego lo supieron.
Pues venida el alba, las trompetas sonaron, e tan
claros se oían los unos a los otros como si juntos
estoviesen. La gente se comenzó a armar e a ensi-
llar sus caballos e por las tiendas a oír misas e
cabalgar todos e se ir para sus señas.
Pues a esta hora llegó Gandalín armado de armas
blancas, como convenía a caballero novel, e se fué
donde su señor Amadís estaba. Cuando Amadís le
vio así venir salió de la batalla a él, e tomóle con-
sigo, e fuese donde el rey Perión, su padre, estaba,
e por el camino le fué aconsejando como debía con-
ducirse en aquel primer combate en que iba a tomar
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