Page 175 - Libros de Caballerías 1879
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EL PRIMER DÍA DE LUCHA
—Roma, Roma; a ellos, mis caballeros; no vos
escape ninguno.
E luego se metió por la priesa, dando muy gran-
des e fuertes golpes a todos los que delante sí ha-
llaba, a guisa de buen caballero.
Mas con todo, eran tales las cosas extrañas que
Amadís facía e los caballeros que dejaba por el sue-
lo por do quiera que iba, que el romano fué tan es-
pantado, que no podía creer que fuese sino algún
diablo que allí era venido para los destruir, y a gran-
des voces decía:
—A éste, a éste herid y matad; que éste es el
que nos destruye sin ninguna piedad.
Merced a las hazañas de Amadís y sus compañe-
ros, los romanos, aunque eran tantos, acabaron por
llevar la peor parte, e iban de vencida cuando, al
ponerse el sol, fueron separados los contendientes.
Aquella noche pasaron con grandes guardas e
curaron de los feridos, e los otros descansaron del
gran trabajo que habían pasado. Venida la maña-
na, como había sido concertada tregua de un día,
fueron muchos a buscar a sus parientes, e otros a
sus señores. E allí viérades los llantos tan grandes
de ambas las partes, que de oírlo pone gran dolor,
cuanto más de lo ver. Todos los vivos llevaron al
real del Emperador, e los muertos fueron soterra-
dos, de manera que el campo quedó desembargado.
Así pasaron aquel día enderezando sus armas e cu-
rando de sus caballos.
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